Hola, lectores y lectoras. ¿Estáis preparados para la nueva entrega de esta aventura que trasciende mundos y dimensiones? Preparaos, porque hoy tendréis la oportunidad de conocer a otros personajes que son importantísimos para la historia de Liduvel, tal como os prometí en la anterior entrega.
Para aquellos y aquellas que vean con extrañeza el cambio de color de las letras, les explicaré que todas aquellas escenas que se desarrollen en el Lado Luminoso o Cielo, aparecerá en tono azul. Lo que transcurra en el mundo físico o Tierra, será en color negro, y las escenas desarrolladas en el Lado Oscuro o Infierno, lo leereis en color rojo. La elección de colores nada tiene que ver con temas políticos, ja ja ja. Por un lado, responden a la iconografía clásica del color del cielo y del fuego del infierno, y por otra parte es mi pequeño homenaje a otra gran historia escrita en dos tintas, "La Historia Interminable" de Michael Ende, la cual, por cierto, recomiendo. La compré para mis hijos y terminé enamorada de este canto al maravilloso mundo de la fantasía.
Por otra parte, este capítulo será un punto de inflexión en la historia, pues Liduvel sufrirá las consecuencias del odio despertado por la actitud de Lea en sus días de drogadicta, y recibirá el apoyo incondicional de Teresa; recuperará la amistad de Alicia, que siente la injusticia sufrida por su antigua amiga; provocará la admiración de Daniel, un personaje muy especial y despertará la curiosidad de Gabriel. Todos ellos serán fundamentales para los planes de fuga de esta diablesa tan especial...
Disfrutadlo y hasta la próxima entrega, mis queridos/as lectores/as.
6.
Por
 increíble que pareciera, no fue la compleja y eficiente red
 administrativa infernal quien primero advirtió la extraña fuga.
 Fue un alma humana a prueba, un humilde numerario del Lado Luminoso
 que esperaba llegar a ser un día un ángel custodio, quien se dio
 cuenta de que ocurría algo extraño en la zona donde trabajaba.
Se esmeró
 en redactar un completo informe, que al principio pasó inadvertido
 para todos, menos para los ojos atentos de Gabriel, que lo detectaron
 olvidado sobre la mesa de un coordinador de prácticas que quizá no
 mereciera su puesto privilegiado. Lo leyó atentamente ante el
 estupor de sus inferiores, quienes no solían ver a superiores rondando por allí, y mucho menos interesándose por
 informes de humildes numerarios meritorios. Se asombraron aún más cuando
 solicitó hablar con el numerario que redactó el informe.
Éste se
 presentó muerto de miedo. De haber estado vivo, estaría sudando
 copiosamente, pero Gabriel le trató con amabilidad, como si no fuera un cargo infinitamente superior, haciéndole sentar y
 tranquilizar.
—
 Daniel ¿verdad?
 Aspirante a ángel de la guarda… una aspiración muy elevada... y un difícil cargo. La gente ya no escucha a sus
 ángeles...—inició
 Gabriel con voz tranquilizadora, mirándole con curiosidad. Conocía
 toda su historia (incluidas sus anteriores vidas, de las que Daniel
 no guardaba recuerdos) solo con mirarle.
—Sí,
 señor. Pero no me importan las dificultades. Cuando caminaba sobre
 el mundo... bueno, «caminaba»
 es un decir. Yo era parapléjico, como bien sabrá... y no me rindo
 fácilmente, señor—asintió
 él, sintiendo enseguida que hablaba de más. Por supuesto que Gabriel
 conocería ya su pasado.
Gabriel no
 le miraba como quien mira a un pesado ni a un lenguaraz. Penetraba
 en él con su profunda y cálida mirada, pero esta invasión a lo
 más profundo de su ser, no le causaba ningún temor. 
 
— Por
 supuesto, pero por favor, háblame de tu informe, Daniel. ¿Qué crees que ha
 ocurrido con Teresa Esteban...?—preguntó
 Gabriel, interesado.
— Verá,
 señor. Resumiendo mucho para no hacerle perder su valioso tiempo:
 la pobre alma de Teresa Esteban estaba atormentada por multitud de
 razones: su pasado penoso, su hija drogadicta, su cercana muerte...
 y... de repente, la encuentro cantando a todas horas himnos de
 alegría, prende velas en la iglesia agradeciendo todos los favores
 recibidos, ríe y llora a la vez cuando reza. Todos los días LE
 agradece el milagro. «El
 milagro», señor ¿se da cuenta? Todo ha
 cambiado en su vida. Es... completamente feliz... y en teoría,
 analizando el protocolo de su destino, no debería ser así. No
 debería existir ningún «milagro».
 Es terriblemente cruel y lo siento muchísimo por ella, pero Teresa
 debía haber muerto atormentada por abandonar este mundo dejando en
 tal estado a su hija...—explicó
 Daniel, intentando hablar con claridad, sin tropiezos—Lo
 cierto es que incluso su salud ha mejorado... verá, señor, es todo
 muy extraño, lo que expresé en mi informe es que de ningún modo
 cumple el protocolo de destino marcado para ella... 
 
Gabriel
 asintió, pero quería escuchar más. Estaba muy intrigado.
— Sí
  que es extraño, pero todo eso se reflejaba ya en tu informe. ¿Hay
 algo más que sepas o... intuyas sobre este caso y que no hayas
 querido reflejar por escrito, por miedo o inseguridad? Puedes hablar
 en confianza. En caso de que te equivocaras, no contaría como
 fallo... Sin embargo, Daniel, si aciertas en tus pronósticos... te
 supondría un aumento de nivel significativo. Para ser ángel de la
 guarda necesitas de toda la ayuda posible—le
 animó Gabriel, intuyendo que se había quedado algo en el tintero,
 por la excesiva timidez o humildad del numerario, algo que no era
 negativo en absoluto.
— ¿Ah,
 no? Estupendo, señor, porque tengo una teoría, pero humildemente
 no me atrevía a exponerla... es algo… atrevida...—farfulló
 Daniel, pero al ver que Gabriel parecía impaciente por conocerla,
 se obligó a calmarse y continuó—Creo
 que su hija... no es realmente su hija. Hubo un... intento de suicidio
 de la joven Lea Pineda... que por cierto tampoco estaba previsto…
 Lea debía morir un poco más adelante, a causa de la droga, y por
 añadidura he comprobado que el día de su suicidio no programado… un ángel de la Muerte regresó sin su alma. Consta en
 el informe de sus servicios de aquella noche que un ángel oscuro le
 dijo que había habido un cambio de planes. Lea Pineda no regresó
 de aquel callejón oscuro. Pero... pero si fuera alguien maligno quien
 ocupó su lugar... lo cual sería lo más lógico según los indicios... por ejecución de posesión infernal, ya sabe, el objeto
 de la posesión es... simplemente atormentar... tanto a la poseída
 como a su entorno, en este caso la madre, nuestra infeliz Teresa
 Esteban... y poner a prueba la fe… Sin embargo, esa... llamémosla
 «falsa
 Lea» para entendernos, está actuando
 impecablemente, haciendo inmensamente feliz a Teresa, tan feliz que
 incluso mejora su salud... y ésta cada día LE agradece que su hija
 haya cambiado así...—explicó
 Daniel moviendo las manos con nerviosismo, por si acaso Gabriel
 pensaba que su teoría era una tontería—
 Por supuesto, queda absolutamente descartado que la posesión se
 haya llevado a cabo por  algún miembro del Lado Luminoso.
 Simplemente es impensable, pero la «falsa
 Lea» actúa exactamente como si lo fuera...
Gabriel
 asintió. En verdad la teoría de Daniel parecía descabellada.
 Nunca antes había ocurrido algo así, pero eso no quería decir que
 fuera imposible. Palmeó el hombro de Daniel, con familiaridad.
— Estudiaré
 tu teoría, Daniel. Ciertamente es un caso muy extraño, que
 requiere una completa investigación. ¿Quieres sumar méritos
 adicionales?—le
 ofreció Gabriel, meditando un instante sus palabras.
— Sí,
 señor, por supuesto. Me encantaría colaborar en esa
 investigación—saltó
 Daniel, y al punto se calló, pensando que se había precipitado.
— ¡Bien!
 ¡Buena intuición, Daniel! Sí, en efecto, eso había pensado.
 Desciende al mundo y comienza un seguimiento, con imágenes
 incluidas. Mi ayudante Barel te revelará el protocolo para este
 servicio especial. Necesito un estudio de varios días, semanas o
 incluso meses, en contabilidad humana, para hacerme una idea de lo
 que está sucediendo realmente. En todo caso, Daniel, ya has sumado
 buenos méritos por tu observación y aplicación de tu preclara
 intuición. La mayoría de los aspirantes se limitan a hacer bien su
 trabajo, sin arriesgarse a elaborar teorías...—elogió
 Gabriel, calmando un poco a Daniel, vivamente impresionado por su
 interlocutor.
—¡Sí,
 señor! ¡Gracias, señor! Lo haré lo mejor posible—asintió
 Daniel, encantando y a la vez presionado por trabajar codo a codo
 con el gran Gabriel, gran arcángel y mensajero SUYO en persona. 
Ella sintió que su fuga había
 sido descubierta al fin, pero no hubo fuego infernal que chamuscara
 sus alas, rayos y truenos agitándose a su alrededor, demonios
 guardianes que vinieran a detenerla y encadenarla... ni siquiera una
 simple bronca. Sólo percibió una presencia extraña revoloteando a
 su alrededor. La notaba en el instituto, en su barrio, e incluso a
 veces dentro de su casa. No podía verle pese a sus poderes y empezó
 a inquietarse, pues aquel espía podía ser del Lado Luminoso o del
 Lado Oscuro, lo cual variaba mucho. A falta de información sobre
 este punto, continuó portándose ejemplarmente, tanto que en el
 instituto comenzaron a pegarle por los pasillos y en los servicios,
 como solía suceder en estos casos. 
Un día, la cosa llegó a
 mayores y una multitud se reunió contra ella, la rodeó y la golpeó
 sin piedad, mientras ella se cubría como podía, protegiendo el
 cuerpo de Lea, y luchaba consigo misma para no reducir a todos
 aquellos idiotas a  cenizas. Requerida por el Director,  ya que
 había testigos que afirmaban que ella había empezado, ella se
 sentó ante él, dolorida, frotándose las partes lastimadas que ya
 presentaban rojeces y moretones.
— A
 los chicos les repatea que no responda a sus provocaciones. He
 decidido portarme bien y no responder a su violencia, por eso se han
 envalentonado, y están haciéndome pagar lo que Lea hizo en el pasado. En fin, que es como una penitencia... lo cual no por
 lógico es menos doloroso, créame—explicó
 ella con aire resignado, secándose la sangre de aquella nariz
 maltrecha con un pañuelo de papel.
El Director no sabía como
 responder. Tenía cierto sentido lo que decía, pero él solo tenía
 ganas de perderla de vista.
— No
 creo que eso sea cierto. Conociéndote, algo les habrás hecho para
 que se ensañen de esa forma. De todos modos, tanto si tienes razón
 como si no, a modo de medida preventiva... y a falta de que el
 Consejo Escolar decida qué hacer contigo, quedas expulsada durante
 tres días. Y reflexiona sobre tu situación, si quieres continuar
 tus estudios. Esto no puede seguir así... eres como un volcán
 latente, que puede estallar en cualquier momento. No puedo
 permitirme una alumna como tú... con la buena fama que este centro se
 ha ganado a pulso durante décadas...—respondió
 el Director, esperando una reacción, cualquiera que fuera.
(perderá la buena
 fama si saben que aquí permiten y aplauden el bulling la compasión no es lo tuyo ¿verdad? Arderás en el
 infierno pese a la buena fama de tu puto instituto)
— Sí,
 señor—asintió
 ella, sin alterarse—¿Algo
 más?
— Nada
 más, puedes irte—se
 extrañó él de su absoluta tranquilidad.
Ella salió del despacho,
 dolorida y cojeando, pero sin decir palabra. Se sentía un poco decepcionada,
 aunque ya sabía que la justicia humana no existía. Fue a su clase
 y chocó con las risitas de sus compañeros. Algunos de ellos habían
 participado en la tangana de palos. El profesor de Historia, quien
 pensaba que Lea se burlaba de él porque discutía con ardor sobre
 los acontecimientos históricos que ella había vivido en persona,
 se alegró de verla recoger sus cosas con aquel aire derrotado.
— Veo
 que te han expulsado. ¿Cuánto tiempo?—le
 preguntó, provocando comentarios siseantes
 entre alumnos y  alumnas.
— Tres
 días. Pero me voy para siempre. Volveré a empezar en otro sitio,
 señor. Aquí no se olvida lo que hizo la Lea Pineda del pasado y los
 chicos han hecho bien su trabajo, colaborando activamente con
 ustedes para expulsarme. La ganada buena fama de este instituto no
 debe sufrir por la presencia de una ex drogadicta—respondió
 ella con voz tenue, sin levantar la voz ni un poco, mostrándose tan patéticamente resignada porque se sabía
 vigilada por alguien y no debía mostrar ira.
Recogió todo y se marchó sin
 decir más. Los comentarios fueron seguidos por un silencio
 atronador, incluso del profesor. Alicia fue la primera en hablar. Le
 dolía mucho aquella derrota. Ella no quería ningún mal para Lea,
 porque la había visto tan cambiada que creía que merecía otra
 oportunidad. No todos podían salir del abismo como ella parecía haberlo conseguido. 
 
— ¡No
 es justo! NO se le ha dado ni una oportunidad. Había
 cambiado... ¡y de qué forma! Lo que se ha hecho es enviarla otra vez
 de vuelta al infierno...—defendió
 Alicia en voz alta para que toda la clase le escuchara. Los chicos
 duros le abuchearon, aunque en el fondo todos pensaban igual. 
— Nadie
 ha cambiado, Alicia. Los drogadictos no quieren ni pueden salir de
 ese mundillo. Sólo llevaba una máscara para engañarnos a todos.
 Que se vaya, todos respiraremos más tranquilos—respondió
 friamente el profesor, sin piedad.
Los chicos se callaron de golpe.
 Algunos pensaron que si cometían el error de caer en las redes de
 la droga (al menos tanto como Lea, porque ellos también jugueteaban
 en mayor o menor medida con ese mundillo) no se les daría la menor
 oportunidad para salir y volver a la normalidad. Ese era el mensaje
 que los mayores pretendían transmitir, y ellos habían contribuido
 como idiotas a que los profesores impartieran una lección
 magistral, utilizando como ejemplo y chivo expiatorio a Lea Pineda.
 Por primera vez se sintieron utilizados.
— ¡No
 es justo! Yo soy la primera que me he equivocado con ella. Hablaré
 con el Director—exclamó
 Alicia, levantándose. No esperaba que nadie se levantara en
 rebelión, como sucedió en realidad, pero eso le daba igual.
Salió de la clase ante el
 asombro de todos, ya que la había criticado y abandonado a su
 suerte tanto como los demás, pero al menos tenía a su favor que no
 había participado activamente en el  último linchamiento. 
Daniel
 tomó nota de todo lo que había visto y oído. Era asombroso. Una
 mártir auténtica, que sufría en silencio las humillaciones y los
 golpes, y que abandonaba el instituto, rendida a la evidencia que
 acabarían matándola en mitad del patio y aquellos chicos se
 condenarían sin remisión por ello. Así lo consignó en su
 informe, realmente impresionado por su actitud. Sobre todo si la
 criatura que habitaba dentro de Lea... era lo que él pensaba.
Aunque no quería preocupar a
 Teresa, su aspecto lamentable y hundido hablaban por ella. Después
 de curar sus heridas y aplicar pomada en sus moretones, Teresa se
 apresuró a visitar al Director, indicando que – aunque conocedora
 del mal comportamiento de su hija en el pasado – ésta había
 cambiado y se merecía una oportunidad. Advirtió que no descartaba
 dar parte a Servicios Sociales, al Servicio Territorial de Educación
 o incluso a los medios de difusión, para que todo el mundo supiese
 que en aquel centro no se le daba una oportunidad a una persona que,
 con gran esfuerzo, estaba dejando las drogas por sí sola,
 meritoriamente, sin precisar de la ayuda de tratamientos, e
 intentaba desesperadamente volver a la normalidad. Todo esto lo dijo
 de carrerilla, intentando no elevar la voz, aunque estuviera
 realmente indignada. Teresa hubiera sido una gran oradora de haber recibido
 mayor formación, porque su apasionada defensa de la que ella creía
 su hija, dio de lleno en el blanco.
El Director ya había recibido
 con muchas reservas el testimonio de Alicia, que juraba que Lea no
 había provocado a nadie, pero que los chicos la torturaban porque
 no la querían allí y ella no se defendía, por lo cual se había
 convertido en una víctima ideal, incluso para los que no tenían
 nada contra ella.  No reveló los nombres de los que habían
 participado, pero dijo que la mayoría de ellos – casualmente –
 tomaban habitualmente drogas, por lo cual eran los que menos podían
 juzgarla.
El Director, mordiéndose los
 labios, tuvo que renunciar a su ansiada paz interior, y quizá
 incluso a la buena fama de su instituto, y se rindió a la
 evidencia. Decidió que Lea podía regresar al día siguiente a
 clase. 
(continuará) 

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