EL APESTOSO






En esta ocasión nuestro director propuso un ejercicio donde ejerciéramos nuestra faceta más humorística. Es, a mi modo de ver, lo más complicado del mundo. Es mucho más sencillo provocar lágrimas, inquietud, e incluso terror, que sacar una sonrisa o una carcajada del lector. Se trató de un doble reto, porque uno de los tertulianos, editor por más señas, ofreció un premio al relato con la mejor primera frase de todos. Uno de los mejor valorados fue el mío, pero no gané ese premio porque había una frase mejor. En fin, a ver qué opinais sobre este relato humorístico en plena invasión zombi.




EL APESTOSO

Sobrevivió a la primera oleada de la hecatombe zombi por ser un auténtico guarro. Cuando los muertos vivientes, tras echar abajo la puerta de su casa y devorar a su familia, llegaron a su habitación, le hallaron entre kilos de ropa sucia, restos de pizza y refrescos, concentrado en su videojuego y aislado por su música a todo volumen. Al percibir el hedor a podredumbre y sudor rancio, los zombis le consideraron como uno de los suyos y, sin que José Miguel percibiera su presencia, se fueron en busca de algún cerebro que devorar.
Tardó horas en darse cuenta de que se hallaba en medio del apocalipsis. Le extrañó que su madre no le gritara que saliera a cenar, que recogiera su cuarto, que se duchara o cualquier otra cosa que le exigía a cada momento. Cuando apuró los restos de pizza y salió de su santuario, vio los restos de su familia. Tardó un rato en procesarlo, pero su entrenamiento desde la más tierna juventud en masacrar muertos andantes, evitó que se sintiera aterrorizado por el espectáculo dantesco. Decidió que no podía quedarse en la misma casa conviviendo con los despojos de su familia, porque sería incómodo, de modo que se armó de todo lo que podía servir, como un bate de beisbol, un cuchillo afilado, toda la comida que pudo cargar, un par de calzoncillos, y se marchó.
Su madre estaría orgullosa si le hubiera visto combatir a los zombis desde sus mismas filas, utilizando las neuronas, nuevecitas sin estrenar, para sobrevivir. Cuando se le acabó la comida y sintió los rugidos de su estómago, le llegó la iluminación: la mejor forma de combatir al enemigo era matarle de hambre. Si conseguía mantenerse con vida unos cuatro años, más o menos, cuando los muertos hubieran infectado a más del 50% de la población, empezarían a tener serios problemas para encontrar a vivos para devorarles o infectarles. Desde aquí, su incremento se detendría, estabilizaría y finalmente estarían demasiado podridos para suponer una amenaza, pues se caerían a pedazos. Se sintió genial por hallar la solución global: sobrevivir a toda costa mientras la naturaleza seguía su curso, aunque eliminaría enemigos como distracción, ya que no tenía sus videojuegos.
Tras meses sin ducharse, con la salud mermada y hambriento porque las reservas alimenticias estaban tocando a su fin, José Miguel era el perfecto infiltrado entre las filas enemigas. Aquellos idiotas descerebrados, que actuaban por instinto como una manada, no se planteaban por qué él no se deterioraba al mismo ritmo que ellos, ni por qué desaparecían sus colegas. No pensaban y punto.
A pesar de su asqueroso aspecto, era muy popular entre sus amigos supervivientes. Le llamaban «el apestoso» y fue ascendiendo puestos en el escalafón de la resistencia. Pasados cuatro años, tal como él predijo, la población de zombis comenzó a mermar, vislumbrándose el final de la invasión. Debido a sus méritos, y a pesar de su escasa inteligencia y pésima formación académica, la colonia de humanos acabó eligiéndole como Presidente del Gobierno.

Hasta la próxima entrada!!

AROMA A LIBERTAD





¿Qué hacer cuando te proponen situarte en un campo de flores preciosas y no debes escribir nada romántico, moñas, ñoño, etc. Pues situas allí un escenario bélico, lo más lejano de algo bucólico, dulce o bonito. Eso hice en este ejercicio, que titulé "Aroma a libertad" y que hoy os presento. Además todos los relatos debían finalizar con la frase: "porque aunque duela, al final, la verdad es lo único que vale" Aunque parezca fácil, no lo es tanto, pero el club de escritura creativa busca despertar la creatividad y buscar nuevos recursos cada vez, en eso se basa y es divertido trabajar en ello.
Espero que lo disfruteis, aunque, la verdad, no es de los ejercicios que prefiero.



AROMA A LIBERTAD

La misión consiste en controlar una vasta extensión de terreno de cultivos desde la montaña hasta el llano. Han sido avistados soldados enemigos por estas tierras. Debemos estar atentos, porque, literalmente, nos va la vida en ello. La frontera está cerca, tanto que si estirara la mano, creo que ella estaría en tierra enemiga y el resto de mi cuerpo seguiría en mi patria.
A veces no sé qué me sigue uniendo a mi país. Puede ser que solo sea el miedo, porque no tengo ya familia ni algo que se pueda llamar un hogar. Unos murieron de hambre y otros en la cárcel, menos mi madre, que murió de tristeza por haberlos perdido a todos. En su lecho de muerte, siendo yo muy joven, me pidió por favor que me enrolara en el ejército, para tener cama, techo y comida asegurada, y yo se lo prometí con toda solemnidad, para que muriera en paz, no por vocación ni porque creyera en la causa por la que empuño un arma contra cualquiera que muestre una huella de rebelión o un simple gesto de disgusto contra el régimen. Nuestro líder supremo Kim Jong-Un solo admite sonrisas y sumisión absoluta, sea cual sea la decisión adoptada.
Y mientras camino en silencio por este lugar hermoso, donde, por ahora, se respira una paz que invita a la reflexión, contemplo la belleza de esos colores que me hablan de un nuevo renacer tras un duro invierno. Recuerdo mis paseos infantiles por lugares como este, de la mano de mi abuela, mientras me hablaba de cada planta, de los árboles y las montañas. El uniforme que luzco queda tan anacrónico en este sitio maravilloso que siento deseos de arrancármelo, arrojar mi arma lejos y correr hacia la ansiada libertad, todo lo rápido que den de sí mis entrenadas piernas. Eso es lo que siento al aspirar este aroma fragante, pero sé de sobra que hacerlo sería lo mismo que arrojarme por la ventana de un séptimo piso: un genuino suicidio.
Vivo en la maravillosa República Popular Democrática de Corea, donde pasamos hambre de comida y de expresión, pero solo unos pasos más allá hay un lugar donde no viviría con temor y donde tendría una oportunidad para ser feliz el resto de mi vida. Bastaría una carrera no muy larga, para la que estoy de sobra preparado. Aspiro este aroma a pasado y a felicidad que envuelve la mañana y la sangre hierve en mis venas. Ha llegado el momento de desertar.
Corro tanto como puedo, como si la fuerza de todos mis seres queridos me impulsara. Inculcaron en mí el miedo a hablar y a pensar, pero en el fondo, solo querían salvar mi vida. Hoy les llevo en mi corazón para que ellos también acaben en una tierra de libertad.
Suenan disparos. La frontera estaba más lejos de lo que pensaba. Un dolor profundo me muerde en la espalda y en el brazo. Caigo y me levanto. Mis piernas siguen intactas y el aroma primaveral se llena de olor a sangre y a miedo, pero no voy a rendirme. Resistiré. Unos pasos más y seré libre, ya tendré tiempo para morir mañana, porque aunque duela, al final, la verdad es lo único que vale.

 ¡¡Hasta la próxima entrada!!