AUTORAS QUE PUBLICARON CON NOMBRE DE VARÓN

Louisa May Alcott: biografía y obra - AlohaCriticón Charlotte Brontë, Emily Brontë and Anne Brontë: Collected Works: Jane Eyre,  Wuthering Heights, and The Tenant of Wildfell Hall: Amazon.es: Brontë,  Charlotte, Brontë, Emily, Brontë, Anne: Libros en idiomas extranjeros

 Karen Blixen, alias Isak Dinesen, 1930 Fotografía de stock - Alamy

 El boicot a J. K. Rowling

 

Me hubiera gustado publicar esta entrada el día 8 de marzo, porque es una fecha del calendario para recordar a las mujeres que abrieron el camino hacia una igualdad que aún no es efectiva al cien por cien. Sus logros, conseguidos con sumo esfuerzo y sufrimiento, hoy en día nos parecen una cosa lógica y natural, pero no hace tantos años que una mujer puede abrir una cuenta corriente, comprar o vender propiedades, viajar al extranjero o sacarse el carnet de conducir... sin el permiso del padre o del marido. ¿A qué parece ridículo? Pues un poco más de tiempo atrás, una mujer no tenía derecho al voto... o como en el artículo que nos ocupa, no podía publicar su obra con su propio nombre.  

En siglos pasados, se consideraba que la literatura era una cosa de hombres. De hecho, era impensable que una mujer pudiera mostrar rasgos de inteligencia, pues era visto como una transgresión. Incluso las casas editoriales, que tradicionalmente trabajaban solo con hombres, hacían todo lo posible para evitar que una autora fuera publicada. Es por eso que muchas mujeres que deseaban escribir libros optaron por usar seudónimos masculinos.

Aunque hoy en día los tiempos han cambiado y las escritoras son aceptadas en el mundo literario, todavía hay casos de autoras que en el siglo XXI decidieron usar un nom de plume para poder tener mayor éxito. No hace tanto tiempo que esto le ocurría al mismísima J.K. Rowling, creadora de Harry Potter, que ocultó su nombre femenino bajo las letras J. K. porque su visionario editor pensó que los chicos no comprarían un libro fantástico escrito por una mujer. Bien visto, machote.

En fin, vamos a repasar unos cuantos casos de mujeres que no pudieron publicar sus obras con su propio nombre, por el hecho de ser mujeres. 

Era el 29 de diciembre de 1836 cuando una joven profesora, ilusionada con los poemas que había escrito, decidió enviar su mejor material a un referente de su época, el poeta Robert Southey, y pedirle su opinión sobre si creía que aquellos eran poemas dignos de ser publicados. Al cabo de tres meses le llegó su respuesta. Pero no era la que esperaba. No porque calificara negativamente su material. Aquello pareció algo irrelevante a ojos de Southey, quien centró su respuesta en otros aspectos. Decía: «La literatura no puede ser asunto de la vida de una mujer, y no debería ser así».

La profesora no se dejó vencer por la hostilidad de su “colega” y decidió publicar igualmente, bajo un seudónimo. Tal fue su éxito que hoy conocemos a aquella profesora como uno de los grandes referentes de la historia de la literatura: Charlotte Brontë

La audacia y talento de Charlotte sólo sería equiparada por su constancia. Su mayor éxito literario fue Jane Eyre pero sería reconocida no sólo como una de las mejores novelistas británicas sino también como una de sus mejores voces poéticas. Publicó bajo el nombre de Currer Bell, manteniendo sus iniciales. 

Otra hermana Brontë, Emily, destacó como pianista y poeta, así como el estudio de la naturaleza, por lo que su obra poética está repleta de observaciones sobre la naturaleza y de reflexiones filosóficas. En 1846 publicó sus primeros poemas, junto a sus hermanas y bajo el seudónimo de Ellis Bell. Publicaría su única novela, Cumbres borrascosas. Esta obra  ha llegado a formar parte de la cima de la literatura universal, siendo comparada por su maestría con nada menos que la obra de Shakespeare. 

La tercera de las hermanas Brontë y menos conocida, Anne, firmó como Acton Bell y la obra por la que la conocemos es Agnes Grey.

Amantine Aurore Dupin firmaba como George Sand. Bajo ese seudónimo se encuentra una mujer de fuerte carácter, una mujer que en una época de marcadas normas sociales se atrevía a vestir con ropa de hombre y que no renegó de la literatura pese a que no fuera “cosa de mujeres”.Fue periodista y revolucionaria, en el bando de la Asamblea de Versalles. Publicó Indiana (su obra más famosa, publicada en 1832), Lélia, El compañero de Francia, Consuelo, Los maestros soñadores, críticas culturales o textos políticos. Fue una autora muy prolífica y una voz muy destacada en su época, pero no por ello pudo publicar con su verdadero nombre.

Matilde Cherner fue una intelectual republicana, de ideas progresistas, marcada libertad de pensamiento y clara vocación ideológica, que comenzó publicando en periódicos locales y que no dudó en escribir sobre asuntos polémicos como la educación de la mujer, su acceso a la universidad, la prostitución o la monarquía. Su incursión en la literatura la hizo bajo el seudónimo de Rafael Luna y su obra más famosa se titula Ocaso y aurora.Escrita inicialmente como serial para la prensa, esta novela versa sobre la monarquía y el patriotismo, y muestra las consecuencias de los acontecimientos históricos en la vida privada de los personajes, especialmente en los femeninos.

Otras obras que salieron de su pluma fueron Novelas que parecen dramas (1877), Las tres leyes (1878) Ocaso y aurora (1878), María Magdalena: estudio social (1880), obras de teatro o su notable Juicio crítico sobre las Novelas ejemplares de Cervantes. Además de escritora fue también periodista.

Mary Anne Evans Se presentaba ante el mundo literario como George Eliot. Y fue una de sus mayores figuras de finales del siglo XIX.  Fue una autora prolífica y publicó obras como Adam Bede, El hermano Jacob, El molino junto al Floss, El velo descubierto o Middlemarch.

La novela Silas Marner, si bien no es la más famosa de la autora, sí nos ofrece los temas y motivos que fueron más representativos en el universo literario de “G. Eliot”. Se trata de una novela completamente psicológica, llena de emoción y complejidad aún teniendo un argumento en esencia sencillo, pero que la autora utilizará para describirnos con gran maestría la sociedad rural inglesa del siglo XIX. Un ejemplo de la más pura literatura clásica.


La literatura de Cecilia Böhl de Faber es considerada por la crítica como el vínculo entre el costumbrismo, la novela romántica y el realismo, aunque su papel tuvo que ser ocultado tras la fachada del seudónimo masculino Fernán Caballero. Este alias, formado por dos nombres masculinos, lo adoptó de la población del mismo nombre existente en Ciudad Real. Y aunque Cecilia pasó buena parte de su vida en España, su origen y recuerdos de infancia se encuentran en Suiza y Alemania.La gaviota sería su obra más famosa. Es la historia del triunfo y la desgracia de una joven dotada de una bellísima voz, Gaviota, que logra un éxito rotundo en los escenarios de Madrid y Sevilla y se enamora de un torero que morirá en la plaza. Bajo ese armazón argumental, los temas que trata Cecilia Böhl en su novela son el costumbrismo, el abandono de la tradición y la vida campesina en pro de una vida más cómoda. Un retrato completo de la sociedad española del siglo XIX. Un dato curioso es que Cecilia no se decidió a publicar su obra hasta que hubo enviudado por tercera vez y su precariedad económica fue tal que se vio empujada a probar suerte en la literatura. Hoy su obra La gaviota es una obra clásica de la literatura costumbrista.


El nombre de Louisa May Alcott es muy conocido, ya que su obra Mujercitas es un clásico imprescindible tanto en la literatura como en su adaptación cinematográfica además de haber sido una de las apuestas fuertes para los últimos Oscar, en la versión de la directora Greta Gerwig. Pero no todo fue tan sencillo. Louisa May Alcott, temiendo no ser tomada en serio si publicaba con su auténtico nombre, escribió sus primeras obras bajo el seudónimo de A. M. Barnard. Con ese alias escribió cuentos y lo que en la época victoriana se conocía como “relatos melodramáticos”, historias protagonizadas por personas ambiciosas que no dudaban en usar la venganza para saldar sus deudas. Se trataba de textos con un punto de vista poco común, con una fineza literaria extraordinaria y que trataban temas poco usuales como el adulterio o el incesto. De hecho en su gran obra Mujercitas hace mención a los relatos melodramáticos y Alcott escribe: “pueden resultar peligrosos para mentes pequeñas”.

Después de haber escrito muchos relatos, de distintos tipos y con éxito más que notable, es interesante observar que la autora luchara por publicar su gran novela con su auténtico nombre, quizás intuyendo la trascendencia que Mujercitas tendría para su carrera. Y para la historia de la literatura, finalmente.

Sidonie-Gabrielle Colette es una de las musas de la literatura francesa del siglo XX, más conocida en los círculos literarios con el nombre de Gauthier. Pocas mujeres eran aceptadas en la época en la Academia Goncourt. Colette llegó a presidirla. Sus inicios no fueron fáciles, sin embargo. Aunque escribía desde joven, ni siquiera llegó a usar un seudónimo porque su primer marido la suplantó y sus textos aparecieron firmados con el nombre de su primer esposo, Henry Gauthier-Villars, “Willy”. Con el tiempo le vino el justo reconocimiento y llegó a presidir la Academia Goncourt o a recibir la Legión de Honor francesa, siendo la única escritora en conseguirla. El fanal azul,  relata sus memorias. Es un libro plagado de sabiduría, herencia de una mujer que había acumulado un profundo conocimiento de la condición humana.

El nombre de Mary Shelley va indiscutiblemente ligado al de Frankenstein. Este relato significó el nacimiento de una de las criaturas más importantes del universo de terror y que aún hoy en día sigue siendo parte de nuestro imaginario colectivo. El nacimiento de este personaje no es menos interesante. Era mayo de 1816, un año en que la erupción de un volcán llenó la atmósfera de cenizas y no hubo verano, y Mary Shelley veraneaba en Villa Diodati, junto al lago Ginebra, en compañía del poeta Lord Byron, el joven médico John Polidori y su esposo el poeta Percy Shelley. Sin poder ejercer muchas actividades en el exterior por el tiempo desapacible, decidieron hacer una competición de historias terroríficas y de la pluma de Mary Shelley salió la criatura hoy todos conocemos, Frankenstein. Lo publicó bajo autoría anónima. La sociedad de aquel entonces dio por hecho que un relato tan terrorífico no podía haber sido escrito por Mary, sino que tenía que ser la pluma de su esposo Percy Shelley la que se encontraba tras aquel relato horrendo.  

Jane Austen publicaría su obra bajo anonimato, usó el seudónimo «A Lady», y fue una transgresora para su época, puesto que no solo no encondió, sino que destacó su identidad femenina. Una de las novelas más reconocidas del romanticismo es Orgullo y prejuicio. Su portada no lleva el nombre del escritor, tan solo dice: “Una novela en tres partes escrita por una dama”. Jane Austen, hoy en día, es considerada como un clásico de la literatura. Las protagonistas de sus tres novelas: Sentido y sensibilidad, EmmaOrgullo y prejuicio batallan a diario con un péndulo interno entre hacer lo que la sociedad espera de ellas y el liberalismo e identidad propia que, por más que las normas sociales dicten, no puede reprimir. Además, tenían un toque de ironía. 

Violet Paget.  A finales del siglo XIX y principios del XX, la autora francesa Violet Paget se consolidó como una de las escritoras prolíficas más respetadas de su época. Las obras de Paget eran un abanico de temáticas que destacaban los viajes, criticas de arte, música, cuentos sobre lo sobrenatural y ensayos que hablaban sobre el feminismo, la Primera Guerra Mundial y el liberalismo. Violet escogió el nombre Vernon Lee para firmar sus obras literarias. Sus novelas de fantasmas y espíritus son las más famosas.

Nelle Harper Lee creció en el sur de los Estados Unidos en la década de 1930, un periodo donde eran frecuentes los actos de racismo, las injusticias de clases sociales y la supresión del género femenino. La escritora publicó tan solo dos libros en toda su vida, sin embargo, uno de ellos Matar un ruiseñor, es considerado como uno de los más importantes de la literatura de ese país, ya que trataba los temas que afectaban directamente a esa región. Lee optó por utilizar su segundo nombre, Harper, para firmar sus obras, pues sonaba más varonil. Durante varios años, el público pensó que el autor era en realidad un hombre.

Alice Bradley Sheldon es reconocida como una de las escritoras de ciencia ficción más famosas de su época. Además, ayudó a romper los paradigmas que existían sobre la percepción entre la literatura masculina y femenina. En 1968, empezó a utilizar el seudónimo James Tiptree Jr.  Escogió James porque era uno de los nombres más comunes entre los hombres, mientras que Tiptree lo sacó de una botella de mermelada. Debido a las temáticas de sus libros, muchos pensaban que, en realidad, James era una mujer, sin embargo, Alice continuó usando el nom de plume (nombre de pluma) hasta 1976. Años después, en una entrevista, explicó la razón: “Un nombre masculino me parecía una buena manera de camuflarme. Sentía que un hombre pasaría más desapercibido. Había tenido demasiadas experiencias en mi vida en ser la primera mujer en una ocupación determinada”. Hoy en día, en honor al trabajo de Alice, en los Estados Unidos se otorga un premio a la mejor obra literaria del género de ciencia ficción o fantasía. El galardón lleva su nombre, pero el masculino “James Tiptree, Jr. Literary Award”.

La escritora danesa Karen Blixen fue candidata para recibir el Premio Nobel de Literatura en dos diferentes ocasiones. Años antes, bajo el nombre Isak Dinesen, publicó la colección de cuentos cortos Siete cuentos góticos. Vivió durante un largo periodo en Kenia e incluso aprendió a hablar suajili. Fue su experiencia en ese país la que la inspiraría a escribir una de sus novelas más recodadas Memorias de África. Isak Dinesen no fue el único seudónimo masculino que Karen usó; también firmó con el nombre Pierre Andrézel.

No solo las autoras en siglos pasados optaron por usar nombres de hombre como es el caso de Magnus Flyte, que en realidad es el alias utilizado por la dupla de escritoras Christina Lynch y Meg Howrey. Las mujeres adoptaron ese nombre en el 2012 para publicar su novela The City of Dark Magic. Ellas consideraron que utilizando un nombre masculino atraerían a lectores de ambos sexos.

Joanne Rowling - J. K. Rowling es la escritora más leída de todos los tiempos; es la creadora de la saga literaria de Harry Potter, la cual ha vendido más de 500 millones de copias a nivel mundial. El caso de la británica es paradigmático, pues al momento de la publicación de la primera entrega de la serie, la casa editorial le aconsejó a Rowling no utilizar su primer nombre Joanne, ya que consideraban que los niños no leerían un libro si sabían que estaba escrito por una mujer. En una entrevista, Rowling explicó la decisión: “En ese momento y, para ser honesta, si me hubieran dicho que debía llamarme Rupert, probablemente habría aceptado. Lo necesitaba”.En el 2013, volvió a utilizar un seudónimo, en esta ocasión, escogió el nombre masculino Robert Galbraith para publicar su novela para adultos y así poder evitar las comparaciones y las altas expectativas.