UNA FUGITIVA UN TANTO ESPECIAL (CAPITULO 11)








Hola, lectores y lectoras. Debido a que aún estamos en fiestas en mi ciudad, he retrasado un par de días mi habitual entrada del viernes. Os pido disculpas, y aquí lo tenéis ya.

Vais a conocer a un personaje tan especial como Liduvel, el mismísimo Lucifer, el ángel más hermoso y el más maquiavélico, a quien dejamos en el anterior capítulo sintiendo una gran curiosidad por la fuga de la diablesa, tanto que sube al mundo para interesarse en persona por su caso. Elige para el encuentro una iglesia, un lugar donde, al contrario de lo que piensa la gente, se siente muy a gusto. Alli se celebrará el primer debate sobre la fuga, sobre sus motivos y la forma de resolver el problema generado por la diablesa fugitiva. Y no os cuento más. Este capítulo es esencial para que vosotros/as, Lucifer y Gabriel, comprendan a Liduvel, aunque estad seguros de que unos serán más comprensivos que otros...

¡Hasta la próxima entrega!



11.
    Se dirigió a la iglesia más despacio de lo que hubiera deseado, pues sus piernas temblaban violentamente. Transmitía su terror a aquel cuerpo, de igual modo que aquel cuerpo le transmitía el dolor y el cansancio. Empujó la puerta, que a esa hora debía estar cerrada, y cedió de inmediato, abriéndose ante ella. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Las luces estaban todas encendidas, como si fuera a celebrarse misa en el altar mayor. Las velas ardían en su totalidad, las naturales y las de iluminación artificial. Jamás había visto tanta luz iluminando una iglesia, aunque no tenía demasiada experiencia en visitas a aquellos recintos.
    A los numerarios más jóvenes y crédulos se les engañaba diciendo que si entraban en una iglesia arderían en llamas eternas por su atrevimiento. Por supuesto, pronto comprobaban que era mentira, pues todos ellos debían hacer gamberradas dentro de las iglesias, era una asignatura obligatoria para alcanzar un status de demonio titular.
    ¡Bienvenida, Liduvel! Acércate...—la invitó alguien desde uno de los bancos.
    Ella tembló al escuchar su voz. Era profunda y antigua, llena de poder. Se acercó y con gran esfuerzo le miró a la cara, tal como él requería siempre. Era tan atractivo como aterrador. No en vano tenía fama de ser el ángel más hermoso. Su elegancia también era proverbial: vestía traje oscuro de Armani, camisa de color negro y corbata en tonos oscuros, todo hecho a medida (por supuesto) y unos zapatos brillantes y finos. Se apoyaba en un hermoso bastón con puño de marfil. No había en el mundo nadie tan elegante como él.
    ¡Pésimas tardes, jovencita! Buena intuición. Me has hallado de inmediato. Y extraordinario valor… para presentarte ante mí después de lo que has montado…—la saludó él con voz suave y sugerente, con aquella mirada incisiva que la despedazaba y analizaba como en un análisis forense.

    Pésimas tardes, señor. Usted dirá—respondió Liduvel con un hilo de voz, inclinándose con respeto ante su máximo superior hasta la fecha. Lucifer sonrió con aire divertido. Ella tenía prisa por conocer el propósito de su visita, pero no se lo pondría tan fácil. Iba a juguetear un poco con ella antes de pulverizarla en millones de perfectos pedazos y dispersarlos por el cosmos. No iba a permitir aquellos jueguecitos cualesquiera que fueran sus motivosque motivaron que Gabriel visitara sus dominios y los alborotara. Lo único que le llevaba a hablar con aquella insolente era su innata curiosidad. ¿Por qué lo había hecho? Ni sus grandes poderes mentales podían penetrar en su secreto.

    Tengo entendido que no ostentas un cargo adecuado a tu capacidad, incluso estuviste a un paso de la degradación. Sin embargo, tu brillante historial te salvó, ya que nuestra justicia es proverbial. Dime, Liduvel, ¿acaso no eras feliz? ¿He sido descuidado al no felicitarte por tus éxitos profesionales? Quizás una medalla, un trofeo, una palmadita en la espalda... te hubiera satisfecho. A los humanos les encantan esas cosas, lo sé. ¿Acaso te sentiste poco valorada? Habla, en confianza, ¿por qué me has abandonado? ¿Ya no me amas, Liduvel? ¿No recuerdas los tiempos de gloria, cuando nuestro amable Creador nos expulsó a todos del paraíso y nos concedió un reino propio donde poder evolucionar y desarrollarnos libres, lejos de su poder? ¿Cual es el propósito de esta posesión no autorizada? ¿Acaso pretendes fugarte del Infierno? ¿Es eso, querida? ¿O solamente es una pequeña broma para llamar mi atención? Porque si eso deseabas, ya lo has conseguido. Aquí me tienes… a Lucifer, señor y dueño de los Infiernos en persona, realmente interesado en tus motivos… —indagó él, con aquella voz envolvente y seductora, aparentemente teñida de decepción, pero impregnada de un potente veneno que no la podía engañar. Al fin y al cabo, eran hermanos, iguales desde el principio, aunque él hubiera encabezado la rebelión para derrocarLE y asumir el poder supremo, y ella no ostentara siquiera la Jefatura de la Sección de Suicidios.
    Liduvel respiró hondo, como suelen hacer los humanos antes de iniciar un difícil discurso. Lo había ensayado muchas veces, pero ahora la voz no salía de aquella constreñida garganta humana, porque ella le transmitía su terror.
    No pretendía felicitaciones, señor, ni siquiera un cargo digno de una diablesa primigenia. Sólo hacía mi trabajo. Y usted tenía muchas responsabilidades para fijarse en mí, por supuesto. El suyo es un cargo demasiado importante para fijarse en pequeñeces como mi trabajo...—comenzó ella, humildemente. Por nada del mundo quería parecer soberbia, aunque eso hubiera gustado a Lucifer, pues al fin y al cabo la soberbia era un pecado. Pero eso la hubiera hecho perder puntos ante quien realmente le interesaba impresionar. La humildad era una virtud que no le era extraña.
    Él sonrió ampliamente y en sus ojos se distinguieron destellos rojizos. Un alarde de humildad, pero no totalmente sincero. Debería incluso estar postrada a sus pies, pidiendo perdón y piedad, pero estaba en pie, altiva y firme, como si estuviera muy segura de sí misma. No le cuadraba.
    Liduvel, ¿conoces el protocolo de castigo por esa insolencia? Eres muy inteligente y sé que habrás sopesado todas las posibilidades. Entonces ¿por qué te arriesgas de ese modo, provocándome?—preguntó Lucifer, y su tono había dejado de ser dulce para empezar a ser sutilmente amenazante.
    Ella sintió el peligro y tembló, pero no podía echarse atrás. Ya no.
    Señor, no pretendo ser insolente. Ni tampoco quiero aclarar este tema aquí y ahora. Supongo que se constituirá un tribunal para juzgar mi caso y entonces, cuando llegue el momento decisivo, declararé cuanto deba declarar. Sin embargo, ya que se ha molestado en ascender al mundo, le debo una breve explicación. Mi propósito, señor, es simple y llanamente regresar al Lado Luminoso. Recuerdo los tiempos gloriosos, sí, pero son los que vivimos antes de la Gran Rebelión. Sé que mi propósito parece descabellado y es muy complicado llevarlo a cabo. Nunca se ha hecho, pero no quiere decir que sea imposible—explicó ella, en voz baja pero sin titubeos. Al fin lo había dicho. Había ensayado muchas veces aquel discurso, pero aún no lo había perfeccionado.
    La llama de las velas reales se elevaron un palmo sobre sus soportes y se consumieron en un instante. Las velas automáticas comenzaron a estallar una tras otra. Las ropas de la imagen de un santo se prendieron, y ella, que lo vio de reojo, ya que no se atrevía a perder de vista a Lucifer, se apresuró a apagar el pequeño incendio utilizando su poder, a pesar de que tal osadía le podía costar cara. De hecho, este acto enfureció aún más a Lucifer, cuya rabia se traslucía a través de sus ojos rojos, y tal vez aquel atrevimiento hubiera significado su último momento en el mundo, de no haberse escuchado la voz de una tercera presencia no humana en la iglesia, que detuvo la destrucción que se avecinaba.
    ¡Calma! ¡Calma... amigo Lucifer! Después de tanto tiempo ¿aún no has aprendido a dominar tu mal genio y relajarte?
    Ella se giró hacia el recién llegado, extrañamente aliviada, y se encontró cara a cara con otro de los ángeles más hermosos del Lado Luminoso. En realidad era mucho más que un ángel, pues era la mano derecha y la misma voz de ÉL. En ese instante le pareció su única posibilidad de salvación.
    ¡Gabriel! ¡Qué inesperado placer!—le saludó Lucifer, cambiando al instante su semblante feroz por uno falsamente amable Relajarse es un lujo que solo podéis disfrutar los privilegiados del Lado Luminoso, contagiados de la paz y el amor de vuestro JEFE. Nosotros inventamos el estrés y perder la calma es nuestra especialidad—explicó Lucifer, exhibiendo su sonrisa más falsa.

    También inventasteis la burocracia, amigo Lucifer, y la informática. Gracias a tu eficaz sistema de archivos informáticos, he llegado hasta aquí justo a tiempo para detenerte. Lo que ibas a resolver convirtiendo a esta insensata en millones de preciosos átomos dispersos por el cosmos, deberá resolverse más adelante, ante un tribunal legalmente constituido.... Se ha iniciado el proceso de revisión de este caso insólito, yo en persona lo he recomendado—anunció con resolución Gabriel, acercándose despacio, lleno de majestuosidad. El impecable Lucifer observó con ojos ladinos aquel cabello largo y aparentemente descuidado, aunque brillante, y la vestimenta sencilla, de pantalones holgados y una amplia camisola ambos blancos y relucientes como el mismo sol. Hacía mucho tiempo que él también había lucido aquellas vestiduras resplandecientes. Un traje elegante y caro jamás cae tan bien como aquella vestidura de luz. La envidia le hubiera corroido, si aquellas palabras no le hubieran hundido antes en la miseria.

    ¡Aaah, la maravillosa burocracia! Tomaré nota del funcionario que ha colaborado contigo para realizar las pertinentes averiguaciones, a fin de ascenderle por su eficacia—asintió Lucifer, haciendo aparecer en sus manos una elegante pluma y una libreta de notas de un color sospechosamente negro.

    Sí, por supuesto. Le ascenderás al puesto de torturador en las calderas del lugar más profundo del infierno. Te conozco, Lucifer. Una vez fuiste mi hermano, y por desgracia, los eones no te han mejorado—sonrió Gabriel con aquel tono amablemente irónico que tanto ofendía a LuciferNo voy a revelar mis fuentes de información, pero te diré que para vengarte de tus subordinados, deberías desmantelar toda tu compleja red de áreas, secciones, negociados y departamentos, pues todo el personal me ha ayudado eficazmente. Te felicito sinceramente por tu gran organización—bromeó Gabriel, con aire divertido.

    Los eficaces Neville y Fidelón, así como sus ayudantes, secretarios y adjuntos de sección, habían indagado departamento por departamento. A base de investigar y seguir las pistas, todo hacía sospechar que el Área de «Inducción a la Muerte Violenta» era la más indicada para buscar a la fugitiva. De inmediato descubrieron que había una sospechosa. Liduvel estaba mucho tiempo sin contactar con su inmediato superior, Luzdel, pero eso era prácticamente irrelevante, ya que gozaba de bastante autonomía, y nunca se tomaba prisa en sus trabajos. Según Luzdel, era una auténtica artista en su especialidad, y dados sus resultados brillantes, había que otorgarle un voto de confianza, por eso su fuga había pasado absolutamente desapercibida durante aquel tiempo.
    La última misión que figuraba en el expediente no tenía nada que ver con una chica drogadicta que vivía en un barrio humilde de una ciudad cualquiera de la tierra conocida como España. Se refería al suicidio de un rico industrial que había sido denunciado por utilizar niños esclavos en sus fábricas del Tercer Mundo. Sin duda se trataba de una maniobra de despiste.

    Gabriel indagó en su pasado, en un expediente polvoriento, archivado en la Sección de Recursos Demoníacos, Departamento de Historiales de Personal Fijo no Numerario. Halló datos muy interesantes respecto a ella, como por ejemplo: lo profundamente que la había afectado la traición de Axel, el que ella creía su alma gemela, quien a última hora no secundó la Rebelión y permaneció en el Lado Luminoso. También se encontraron datos sobre una terapia seguida hacía tiempo con un tal Damón, quien a causa de graves anomalías en sus terapias (que habían provocado más de un funesto acontecimiento en el Lado Oscuro y también en el mundo humano) había sido condenado al olvido eterno. Al repasar este punto, Gabriel no pudo evitar una sonrisita torcida, que no pasó desapercibida para ninguno de los presentes en aquel momento, que no tenían ni idea de lo que significaba aquella enigmática sonrisa. A la vista de su historial, Gabriel comprendió porque Liduvel no era una diablesa típica.

    Y allí estaban frente a frente de nuevo. La recordó en el día de la Gran Rebelión, con su hermoso rostro pálido y consternado por el castigo a su atrevimiento, cuando fue arrojada a los abismos junto a sus compañeros rebeldes. También recordaba que en otra ocasión, muchos eones más adelante en el tiempo, la vio en un lugar de sufrimiento, junto a unos ajusticiados. Liduvel derramó allí amargas lágrimas, impropias de su condición, mientras sus congéneres celebraban felices la maldad humana que se respiraba en aquella colina. Y después de aquel cruel y extraño episodio, simplemente perdió su pista. Durante más de 2000 años en la contabilidad humana, no volvió a cruzarse nunca en su camino.
    ¡Gabriel, Gabriel! Solo intentaba ahorrar tiempo y gasto innecesario de energía, amigo. Sabes de sobra que los tuyos no la admitirán en su seno jamás. La piedad solo se muestra hacia los inferiores humanos, es un hecho demostrado. Y nosotros tampoco necesitamos traidores en nuestras filas. Tarde o temprano acabará en el mismo lugar donde yo pensaba mandarla. ¿Qué más da adelantar un poco los acontecimientos? ¿Crees que es recomendable que ande por el mundo, alterándolo todo a su antojo, sin respetar el protocolo de destino final de los humanos? Esa estúpida chica que ahora habita como un parásito... debería estar muerta, su madre debía de morir desesperada dentro de poco tiempo y sus amigos deberían vivir largos años cargados de remordimientos por haberla abandonado a su suerte... Estas tres simples minucias que no parecen graves en un principio… desembocaran en otras tantas alteraciones de la línea espacio tiempo por su intervención insensata, y finalmente la estructura del universo entero se alterará... tú lo has visto otras veces, Gabriel. Los humanos lo llaman «efecto mariposa», no sé por qué estúpida razón—razonó Lucifer, poniéndose en pie y paseando con aire hostil, pero siempre con una pose elegante y un tono contenido.
    Gabriel negó con la cabeza. Su disertación no carecía de lógica, pero él podía ver mucho más allá que el resto de los ángeles, y en un microsegundo humano calculó las consecuencias de la intervención de Liduvel. Nada malo ocurriría en el futuro, nada excesivamente grave que debieran lamentar. Al contrario, muchos humanos mejorarían su existencia gracias a aquella cadena de cambios en el futuro. Miró a Lucifer con los brazos cruzados y una expresión obstinada en su mirada.
    No es cierto que solo mostremos piedad hacia los humanos. La piedad es una virtud que nos distingue. No te lo puedo demostrar porque jamás un ángel del lado oscuro se ha arrepentido de su traición y ha deseado regresar, amigo mío. Este es un hecho sin precedentes—le replicó con aire tranquilo, haciéndole resoplar.
    Gabriel se giró hacia Liduvel, y su expresión varió. Parecía severo, pero ella sintió que no era hostil. Parecía disimular lo realmente divertido que le parecía su caso.

    ¿Ves lo que has hecho, amiga Liduvel? Puedes haber provocado una hecatombe universal con tu fuga. Muchos destinos han cambiado ya desde tu aparición en el mundo humano. ¿Lo hiciste guiada por un exceso de vanidad, Liduvel? ¿Te crees realmente digna del perdón? ¿Crees que puedes regresar como si nada hubiera pasado en estos eones? No solo cometiste el error de rebelarte contra ÉL al principio de los tiempos. Has estado sirviendo al mal durante este tiempo, y por lo que sé… lo hacías realmente bien, he comprobado tu brillante expediente...—indagó Gabriel, y sus preguntas encerraban trampas por todas partes, como ratoneras preparadas para capturarla.
    No soy digna de volver como Liduvel, diablesa que en su día se rebeló y que ha causado todo el daño posible en el mundo. No sería justo. Por eso me introduje en Lea Pineda, para ganar el perdón con dolor, como un simple ser humano. Es posible que al principio no pensara en su salvación, pues me movían motivos egoístas, pero aún sin intención de hacerlo… la salvé… De no haberla poseído en el instante final de su vida, su alma estaría perdida en rincón más hondo del Infierno, pero Lea aún vive y tendrá otra oportunidad. Yo estoy pasando el síndrome de abstinencia por ella (y no sabes cuánto duele), cuido su cuerpo para fortalecerla, y cuido también de su pobre madre (que no merece tantísimo dolor). Intento hacer amigos por ella (ya que ella no puede o no quiere) e intuyo que cuando llegue la hora y la abandone... ella despertará y se encontrará en un mundo mejor, sin sentirse enferma y sola. Es cierto que al principio yo la despreciaba por débil y descerebrada... como todos los suicidas que he seducido en mi larga vida… pero a base de conocerla, de saber cómo era su alma y por qué oscuros caminos llegó hasta aquí, he comprobado con gran disgusto que ella se parece más a mí de lo que quisiera... y he empezado a respetarla... un poco.... igual que a los demás seres humanos que me rodean...—explicó Liduvel con rapidez, sintiéndose escuchada.
    Lucifer resopló, maldijo y se contuvo a duras penas para no pulverizarla pese a la prohibición expresa de Gabriel.
    Algo de vanidad si que percibo en tu plan, Liduvel. ¿Pensaste que era un golpe maestro al sistema establecido por ÉL? ¿Pensaste que todos te admirarían por tu estrategia? En este momento no se conoce aún tu hazaña, pero los numerarios son muy deslenguados, todo se sabe. En poco tiempo tendrás la atención de los dos mundos centrada en ti. Lo que tú hagas y nosotros decidamos, creará precedentes. Difícil decisión la nuestra. Si te desterramos al olvido eterno, nadie más intentará pasarse de lado, lo cual no me parecería justo. Si te premiamos regresando al Lado Luminoso, preveo que habrá una avalancha de solicitudes en toda regla.... o lo que es peor… de intentos desesperados de fuga como el tuyo—razonó Gabriel, hablando lentamente, con la cadencia de un encantamiento. Ella atendió a las palabras que retumbaban en la iglesia vacía, y escuchó también las palabras que no se pronunciaban y ella entendía como esperanzadoras.
    Lucifer, sin embargo, estaba ciego y ensordecido por la ira, al pensar que habría más intentos de fuga, y no podía permitirlo. Ya le costaba suficiente esfuerzo personal y material conseguir almas para el infierno. Era una lucha constante contra las fuerzas del bien, por la puñetera piedad demostrada hacia SU creación favorita. Una buena acción demostrada en toda una vida llena de pecados... y el alma se salvaba. ¡Era desesperante! Afortunadamente, cada vez ganaban más almas ante el Tribunal, pues los humanos habían dejado de creer en Cielos o Infiernos y desde la infancia vivían una existencia llena de crueldad sin buenas intenciones que pudieran salvarles en el último instante.

    No fue vanidad. No fue por la fama que seguramente ganaré, ni siquiera por ayudar a mis semejantes del Infierno. La verdad es que lo hice... por puro egoísmo… lo hice porque hace eones que... me siento.... terriblemente... sola...—confesó Liduvel entonces, esperando que ambos se rieran en su cara.

    Pero sólo uno rió ante su confesión. Las carcajadas de Lucifer atronaron en toda la iglesia. Liduvel se encogió. Gabriel no se reía, ni siquiera sonrió ante sus palabras. La miraba fijamente y supo que decía toda la verdad.
    ¡Remueve el Lado Luminoso, el Lado Oscuro y el mundo humano porque se siente sola!—se burló cruelmente Lucifer Gabriel, permite que la condene al fuego eterno que nunca consume. El olvido eterno no me parece ya suficiente para ella. Un fin demasiado rápido para semejante estúpida. ¡Es patética!

    Gabriel negó con la cabeza y miró firmemente a los ojos a su antiguo hermano.
    Lucifer, escucha bien mis instrucciones: la fugitiva Liduvel tendrá inmunidad absoluta hasta que el tribunal legalmente constituido decida sobre su destino, en el momento en que se determine. Hay motivos suficientes para presentar el caso y como te he indicado, yo lo he recomendado...—ordenó Gabriel con severidad.
    Las órdenes de Gabriel debían ser obedecidas o atenerse a las consecuencias. La risa feroz de Lucifer se congeló. Las palabras de Gabriel no sólo eran suyas, tenían todo el peso de SU voluntad. No podría tocarla pese a su ferviente deseo de destruirla. La señaló con su bastón, que temblaba en su mano perfecta.
    ¡Es contra mi voluntad que permanezcas en el mundo! Estarás vigilada, y cada error tuyo será esculpido con sangre y fuego en piedra eterna. ¡Recuérdalo!—la amenazó, escupiendo odio y maldad contra ella.
    Y dicho esto, desapareció aparatosamente entre humo y olor a azufre, tal como le gustaba. Gabriel sonrió cálidamente a Liduvel, intentando tranquilizarla, pues estaba temblando violentamente.

    En un principio estás a salvo, pero anda con cuidado con Lucifer, como todos sabemos, no es buen enemigo... Cuando debas comparecer ante el Tribunal, serás avisada. Aprovecha bien tu tiempo sobre el mundo. Debido a la gravedad del caso, no conseguiré que sea mucho, pese a mis influencias—aconsejó Gabriel con su voz dulce, como bálsamo en una herida.

    ¡Gracias! ¡Muchas gracias, Gabriel!—agradeció Liduvel, profundamente conmovida por la simpatía que sentía emanar de su antiguo hermano. Nunca lo hubiera imaginado, pues durante eones le había considerado uno de sus peores enemigos.

    Gabriel le sonrió y desapareció entre nubes azuladas con aroma a flores, tal como solía hacer. 
     
    Liduvel se sentó en un banco, incapaz de permanecer de pie por más tiempo. Escuchó jadear de terror a Lea pues le contagiaba su terror. Tenía una oportunidad y seguiría adelante con su plan. Debía acelerar todo el proceso, pues ya había sido descubierta, el Tribunal se constituiría en breve y ya no tenía mucho tiempo.
    (continuará)

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