REFLEXIONES AL BORDE DEL ABISMO

Corría el año 2003, y yo había llegado ya a los temidos cuarenta años, fatídica edad para aquellos que de una forma u otra, sienten que ya están perdiendo la juventud. Mucha gente se enfrenta con la "crisis de los cuarenta". Esta "crisis" impulsa a los afectados a hacer cosas que les rejuvenezcan o cosas que antes no habían intentado jamás. Unos se compran una moto, otros se colocan un piercing, hay quien se opera para aumentar el pecho y hay quien se busca un/a amante para vivir una segunda juventud.

¿Sufrí yo la crisis de los cuarenta? ¿Hice algo que jamás hubiera hecho antes? Pues sí, indudablemente, pues ese año saqué un relato del cajón, o del ordenador mejor dicho. El concurso, "Relatos de Mujeres", lo convocaba la Concejalía de la Mujer del Ayuntamiento de Castellón, y se ajustaba a algún relato que tenía escrito: tenía que breve, haber sido escrito por una mujer o tener como protagonista a una mujer. De modo que revisé el más adecuado y lo remití, olvidándome un poco del tema, pues no tenía demasiadas esperanzas. Ese año se presentaron 84 obras procedentes de todo el mundo. Para mí era impensable que mi relato destacara entre todos estas obras.

Sin embargo, y contra todos mis pronósticos pesimistas, el relato "Reflexiones al borde del abismo" fue distinguido con el segundo premio de aquella convocatoria, y se publicó en el ejemplar número 20 de la colección "Relatos de Mujeres", junto con el primer premio "El tren de la noche", de Celia Zaragozá Arenas, y el tercer premio, "Los túneles de la discordia", de Mª Teresa Alonso García.

El día que me comunicaron que me habían concedido este premio, sufría de una fuerte jaqueca y estaba en la oficina, deseando salir para tumbarme a oscuras, porque a veces los analgésicos hacen poco. Aquella llamada casi borró la jaqueca. No me lo podía creer. Lo primero que hice fue ir al servicio y llorar, repitiendo: "ya está" "lo he conseguido" "ya está". Lo segundo que hice fue mandarle un mensaje a mi hija, que entonces estudiaba Historia del Arte en Valencia. Después se lo conté a mi marido y a mi madre, quien me dijo que "ella siempre había creído en mí". Pura fe ciega, pues no había leído nunca nada de lo que había escrito.

El día que nos entrevistaron a las tres premiadas en la Feria del Libro de Castellón, en su edición de 2004, lloré como una tonta, porque era mi primera vez y estaba emocionada hasta límites insospechados. Me sentía tan orgullosa y feliz como si me hubieran concedido el Premio Nobel. Iniciaba una nueva etapa de mi vida y lo sentí en lo más profundo de mi ser. A partir de ahí ya nada sería lo mismo. Escribiría como había hecho toda mi vida, pero aquella inyección de seguridad me llevaría a sacar mi obra del cajón y a mostrarla al mundo. Se acabó la escritora tímida e insegura que solo escribía para ella y para cuatro personas muy cercanas. Se acabó para siempre.

"Reflexiones al borde del abismo" narra la historia de una mujer atrapada en un coche accidentado. Mientras proceden a su complicado rescate, ella permanece casi todo el tiempo consciente, pensando en muchas cosas.

A continuación os ofrezco un fragmento de esta obra. Aunque hoy en día lo escribiría de otra forma, debo tener en cuenta que pretendía reflejar el estado de confusión de una persona que está gravemente herida y atrapada, siendo imposible coordinar correctamente sus pensamientos. La primera idea que quería expresar es que la protagonista había perdido la noción del tiempo y que se obligaba a pensar, recordando lo que había pasado, para no hundirse en la nada. Creo que este inicio lo refleja de una forma bastante coherente. Aún recuerdo que una persona muy próxima, cuando la leyó me preguntó si yo había sufrido alguna vez un accidente así, y yo le respondí que no, al menos no un accidente tan grave. Ella, que sí lo había sufrido, me dijo que lo describía perfectamente, como si lo hubiera vivido. Yo entonces le respondí que para eso estaba la imaginación, para vivir cosas que no hemos vivido.





"Es difícil concretar cuanto tiempo llevo aquí atrapada. ¿Son minutos o son horas? Parece que han pasado días desde el choque. Puedo recordar borrosamente que fue todo muy rápido. Me di cuenta de que el camión frenaba, vacilaba como si fuera a tumbar y caer por el terraplén... y después se quedaba cruzado en la carretera. Todo lo que pude hacer fue chocar la parte derecha de mi coche contra una de sus ruedas, creo que eso me ha salvado la vida, en lugar de empotrarme directamente en los bajos, con lo cual habría perdido la cabeza y todo hubiera terminado.

Después hubo más golpes, que parecían no cesar nunca, y mi coche fue reduciéndose... reduciéndose... hasta que por fin todo se detuvo... incluso el tiempo se detuvo. Perdí los zapatos y la cabeza empezó a zumbarme, y aún no me he librado de ese zumbido que me aturde, ni puedo alcanzar a ver dónde están mis zapatos. Recuerdo que vi reflejada mi propia cara de pánico en el espejo retrovisor, no sé por qué... debe ser porque el frontal del coche se retorció, porque si no, no tiene sentido. Grité mientras chocaba, grité como y cuanto pude, porque el volante me aprisionó  apenas choqué y no puedo asegurar si algún sonido salió de mi garganta o solamente sonó en mi cabeza. Entonces empecé a pensar en salir por mi propio pie, intenté quitarme el cinturón y me di cuenta de que no podía. Mis brazos estaban aprisionados y si intentaba moverlos aunque fuera un poco, se me clavaban hierros y trozos de plástico astillados. Me di cuenta de que solo podía mover los ojos y un poco las manos. 

Pedí socorro mil veces, porque tenía verdadero pánico a que el coche se incendiara y muriera abrasada. Ese es uno de mis miedos incontrolables, junto con el de morir ahogada, pero gracias a Dios el coche no ardió. Empecé a pensar cosas raras, no recuerdo ni cuantas cosas se me pasaron por la cabeza en un momento. Recordaba los tejados sembrados de musgo de las casas que rodeaban a la mía cuando era niña, recordaba la lluvia que salpicaba mi ventana de estudiante, el Paseo cubierto de hojas secas en otoño y mis hijos llorando al nacer, entre otras cosas. Si se trataba de lo que dicen que ocurre cuando uno va a morir, cuando ve como "flashes" de su vida desfilar ante sus ojos, eran fragmentos inconexos, algunos de ellos que no tenían importancia... o que había tiempo que no recordaba. Entonces fui consciente de que no podía pensar con claridad, eso era lo único que tenía claro. 

Sé que empecé a rezar de forma mecánica y que debido a que hace mucho tiempo que no rezo, mis oraciones quedaban un poco entrecortada, espero que este pequeño detalle no me haya sido tomado en cuenta desde lo alto. Yo creo que tuvo su efecto, porque además de servirme para calmarme un poco, quizá sirvió para que enviaran a gente en mi ayuda. Había varios hombres que intentaron abrir la puerta y solo pudieron hacerla ceder un poco hacia fuera, de forma que mi brazo izquierdo quedó un poco más libre, pero yo lo agradecí inmensamente, porque solo con verles a mi alrededor  y saber que no estaba sola en aquel caos, y sumado el hecho inmejorable de que el coche no ardía, me hizo sentir mucho más conformada, aunque para mi estado de ánimo me hubiera ayudado mucho que ese pobre hombre de la camisa amarilla manchada de sangre que primero se asomó a mi ventanilla, no hubiera puesto esta expresión de pánico que me habló del mal aspecto que debo tener. 

Debo estar mal... muy mal, porque me duele todo el cuerpo... tengo frío y me cuesta respirar. Tengo que concentrarme para aspirar un poco de aire sin que me estallen las costillas y soltarlo del mismo modo. Siento que la sangre corre por mi cara, por mi cuello y por mi espalda. No sé dónde están mis zapatos ni mi bolso. No puedo moverme para buscarlos..."

Poco a poco va pasando el tiempo y la protagonista siente llegar a bomberos y ambulancias. Aunque siente dolor y miedo, tiene mayores esperanzas de salir con vida del coche. Pensar en sus seres queridos y en lo que será de ellos si muere, es la única manera que tiene para reunir ganas de vivir.

¿Queréis saber cómo acaba esta historia y si la mujer finalmente se salva o muere? "Reflexiones al borde del abismo" está aún de venta en librerías, por ejemplo en Argot y en SAR Alejandría, de Castellón de la Plana. 

Hasta la próxima entrada. Besos, seguidores y seguidoras.

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