AROMA A LIBERTAD





¿Qué hacer cuando te proponen situarte en un campo de flores preciosas y no debes escribir nada romántico, moñas, ñoño, etc. Pues situas allí un escenario bélico, lo más lejano de algo bucólico, dulce o bonito. Eso hice en este ejercicio, que titulé "Aroma a libertad" y que hoy os presento. Además todos los relatos debían finalizar con la frase: "porque aunque duela, al final, la verdad es lo único que vale" Aunque parezca fácil, no lo es tanto, pero el club de escritura creativa busca despertar la creatividad y buscar nuevos recursos cada vez, en eso se basa y es divertido trabajar en ello.
Espero que lo disfruteis, aunque, la verdad, no es de los ejercicios que prefiero.



AROMA A LIBERTAD

La misión consiste en controlar una vasta extensión de terreno de cultivos desde la montaña hasta el llano. Han sido avistados soldados enemigos por estas tierras. Debemos estar atentos, porque, literalmente, nos va la vida en ello. La frontera está cerca, tanto que si estirara la mano, creo que ella estaría en tierra enemiga y el resto de mi cuerpo seguiría en mi patria.
A veces no sé qué me sigue uniendo a mi país. Puede ser que solo sea el miedo, porque no tengo ya familia ni algo que se pueda llamar un hogar. Unos murieron de hambre y otros en la cárcel, menos mi madre, que murió de tristeza por haberlos perdido a todos. En su lecho de muerte, siendo yo muy joven, me pidió por favor que me enrolara en el ejército, para tener cama, techo y comida asegurada, y yo se lo prometí con toda solemnidad, para que muriera en paz, no por vocación ni porque creyera en la causa por la que empuño un arma contra cualquiera que muestre una huella de rebelión o un simple gesto de disgusto contra el régimen. Nuestro líder supremo Kim Jong-Un solo admite sonrisas y sumisión absoluta, sea cual sea la decisión adoptada.
Y mientras camino en silencio por este lugar hermoso, donde, por ahora, se respira una paz que invita a la reflexión, contemplo la belleza de esos colores que me hablan de un nuevo renacer tras un duro invierno. Recuerdo mis paseos infantiles por lugares como este, de la mano de mi abuela, mientras me hablaba de cada planta, de los árboles y las montañas. El uniforme que luzco queda tan anacrónico en este sitio maravilloso que siento deseos de arrancármelo, arrojar mi arma lejos y correr hacia la ansiada libertad, todo lo rápido que den de sí mis entrenadas piernas. Eso es lo que siento al aspirar este aroma fragante, pero sé de sobra que hacerlo sería lo mismo que arrojarme por la ventana de un séptimo piso: un genuino suicidio.
Vivo en la maravillosa República Popular Democrática de Corea, donde pasamos hambre de comida y de expresión, pero solo unos pasos más allá hay un lugar donde no viviría con temor y donde tendría una oportunidad para ser feliz el resto de mi vida. Bastaría una carrera no muy larga, para la que estoy de sobra preparado. Aspiro este aroma a pasado y a felicidad que envuelve la mañana y la sangre hierve en mis venas. Ha llegado el momento de desertar.
Corro tanto como puedo, como si la fuerza de todos mis seres queridos me impulsara. Inculcaron en mí el miedo a hablar y a pensar, pero en el fondo, solo querían salvar mi vida. Hoy les llevo en mi corazón para que ellos también acaben en una tierra de libertad.
Suenan disparos. La frontera estaba más lejos de lo que pensaba. Un dolor profundo me muerde en la espalda y en el brazo. Caigo y me levanto. Mis piernas siguen intactas y el aroma primaveral se llena de olor a sangre y a miedo, pero no voy a rendirme. Resistiré. Unos pasos más y seré libre, ya tendré tiempo para morir mañana, porque aunque duela, al final, la verdad es lo único que vale.

 ¡¡Hasta la próxima entrada!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario