Hola, lectores y lectoras. En esta ocasión, volvemos al burocrático y organizado infierno, donde Gabriel y Daniel siguen indagando sobre la diablesa que se ha fugado y alojado en una chica drogadicta, aún no saben con qué extrañas intenciones. Por supuesto, la discreción solicitada por el arcángel, brillará por su ausencia. Los chismosos, que no faltan entre las filas infernales, no dejarán de remover los rumores hasta que lleguen a instancias superiores...
Os dejo para que disfrutéis con este capítulo infernal...
9.
Una vez
comprobado en el departamento infernal correspondiente lo que
Gabriel ya intuía, los dos ilustres visitantes del Lado Luminoso
esperaron pacientemente a que Fidelón, el Jefe de Departamento
Especial de Posesiones, buscara en todos los archivos escritos y en
los bancos de memoria habidos y por haber, un permiso o solicitud de
permiso de posesión del cuerpo de Lea Pineda. No había constancia
de ninguna autorización, ni siquiera de la solicitud. Fidelón frunció
el ceño. Detectar un fallo así en el perfecto sistema burocrático ante sus
distinguidos visitantes era doblemente grave. Su cabeza podría
correr peligro.
— Esto
es absolutamente irregular. No me lo explico. Desde que estoy al
cargo, se han endurecido las medidas y se respeta el protocolo a
rajatabla. Si no hay solicitud cursada, no hay permiso... y si no
hay permiso es absolutamente inviable ocupar un ser humano. ¿Cómo
puede haber ocurrido?—se
extrañó, muy preocupado por aquel hecho sin precedentes.
— No
sólo eso, amigo Fidelón. La huésped no solo ha infringido la
normativa en cuanto a la solicitud de permiso... tampoco cumple el
protocolo de posesión en lo referente al artículo 2 c), que es,
como debes saber, hacer todo el daño posible a la poseída y a los
que la rodean. Sobre todo el objetivo fundamental es hacer tambalear la fe. De
hecho, incumple el protocolo completo—señaló
Gabriel, frotándose la barbilla con fingida preocupación. Daniel
asintió. Eso ya lo sabía antes de realizar la investigación,
pero suponía (correctamente) que debía reunir pruebas concretas.
Por otra parte sabía que el caso divertía especialmente a Gabriel,
quizá porque preocupaba mucho a sus colegas infernales.
— Debería
darse parte de este asunto a niveles superiores, o inferiores, dicho
más propiamente—señaló
Fidelón, con el rostro descompuesto por la preocupación y un
acentuado temblor en las manos. Su jefe le destinaría al rincón más hondo del infierno por aquel fallo en el sistema.
— No,
todavía no. Te ruego discreción, amigo Fidelón. Debo seguir
investigando. No molestes a Lucifer por esto, al menos hasta que estamos
seguros de lo que ocurre. Si averiguara algo, debido a su innata
intuición, deberás dirigirle a mí, para salvar tu cabeza—le
ordenó Gabriel, y Fidelón asintió, un poco aliviado. Gabriel era
su Superior, por encima del propio Lucifer, debido a su
elevada posición en el Lado Luminoso, de modo que le debía
obedecer ciegamente según el protocolo.
— Como
ordene, señor. Me tiene a su disposición para lo que
necesite...—asintió
Fidelón agradecido, cuadrándose ante Gabriel.
— Lo que
ahora necesito es conocer todos los datos sobre la diablesa
ocupante. Para abrir un proceso es necesaria una ficha completa del
inculpado—señaló
Gabriel a Daniel, que tomó nota—Creo
haberla reconocido, empieza a traslucirse a través de los rasgos humanos de
Lea. Creo recordar que se llama Liduvel…—señaló
al fin, revelando algo que intuía antes de poseer pruebas
concretas.
— ¿Liduvel?
Liduvel... si... Se trata de una diablesa primigenia, según creo. Pero no
me suena que ocupe puestos de importancia. ¿Ha averiguado en qué
departamento trabaja?—se
extrañó Fidelón, quien al fin conocía el nombre de la
infractora, que hasta ahora había permanecido en el anonimato. Lo
marcaría en su lista negra, por darle aquel mal rato.
— No, lo
siento. Nos hemos dirigido para buscar información en el departamento de Personal... y según parece... un hacker numerario introdujo virus informáticos en el
sistema. Ya sabes… deformación profesional. Están arreglando el
estropicio y reponiendo sus bancos de datos—respondió
Gabriel, informando al intrigado Fidelón lo que le habían
explicado los aterrados numerarios de Personal, que de haber estado
vivos hubieran sudado a chorros, por su presencia y por no poder
ofrecerle información debido a aquel incidente.
Gabriel
había perdido la pista de Liduvel mucho tiempo atrás, poco después de que la
encontrara en un lugar y en una situación sorprendentes para una
diablesa. Debió darse cuenta en aquel momento de que algo extraño le
estaba ocurriendo. Debió ver entonces que estaba sufriendo una transformación... Pero en su defensa podía alegar que estaba demasiado afectado por los dramáticos
acontecimientos de aquel día oscuro para pararse a pensar en ello.
— Será
un poco más costoso, pero lo averiguaremos. Pónganse cómodos, por
favor—les
ofreció Fidelón, señalando unos cómodos sillones de color rojo
furioso. Gabriel se lo señaló a Daniel, por si no se atrevía a
sentarse.
— Si me
lo permite, señor, yo podría subir al mundo para continuar mis
indagaciones sobre Liduvel. Quizá averigüe algo interesante—se
ofreció Daniel.
Gabriel
sonrió ante su oferta. El joven numerario estaba bastante
impresionado con aquel caso. Se reflejaba en sus informes, donde
hablaba apasionadamente de aquella fugitiva tan especial como si se
tratase de una heroína. Por lo que él sabía (y sabía mucho más
de lo que confesaba) era absolutamente natural que Liduvel le
hubiera dejado sin aliento, aún sin conocerla personalmente. Era
una diablesa impactante, lo recordaba bien.
— Me
parece bien. Ve, Daniel. Continúa la investigación sobre Liduvel.
Refleja cada hora de su vida en el mundo, cada pensamiento, cada
intención...—asintió
Gabriel, complacido por su entusiasmo.
— Sí,
señor—asintió
Daniel.
Un poco
apartada del grupo, en el pasillo junto a los archivos, había una
numeraria, Fedra, que había escuchado atentamente la extraña
conversación. Cogió de la mesa unos papeles para disimular,
mientras se apresuraba a regresar a su puesto. Pulsó el
intercomunicador para contarle todo a su amigo Delmor, quien la
había puesto en antecedentes de aquel caso.
Delmor se
apresuró a comentarlo con su compañera Sireva, y ésta lo comentó
con Martín, secretario del Subdirector de Área, Martudel, quién a
la hora del almuerzo lo comentó con sus inseparables amigos Calixto
y Demetrio. Poco después, el rumor llegó a la antesala del
despacho de Lucifer.
El
Príncipe de las Tinieblas tenía un buen oído. De hecho, le era
absolutamente innecesario el uso de intercomunicadores. Al escuchar todos aquellos rumores que habían alborotado a varios departamentos, empezó a preocuparse. Lo primero que pensó es que
era realmente excepcional la presencia del viejo Gabriel en el
infierno, indagando sobre su personal. No recordaba el aspecto de la
infractora Liduvel, una diablesa primigenia que no ocupaba ningún
cargo de importancia, ni siquiera una miserable Jefatura de
Departamento, como de hecho debería ser.
Ejerció
sus potentes poderes telepáticos para averiguar quién era. Aquella diablesa arrastraba una serie de incidencias a lo largo de eones que la habían apartado de los puestos superiores. Sin embargo había logrado perpetrar una posesión sin permiso, algo que en teoría, no podía hacerse. Le
intrigaba tanto aquella grave infracción, que se planteó ascender al mundo por pura
y simple curiosidad. Hacía mucho tiempo que no se ocupaba
personalmente de ningún asunto de relevancia, ya que para el
trabajo duro, tenía a millones de subordinados.
(continuará)
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