Liduvel ha sido descubierta. Su fuga ya no es un secreto. Ha sido un joven numerario, aspirante a ángel de la guarda, quien primero ha intuído la presencia de un ente que ha poseído a Lea, una joven drogadicta. Lo que no le cuadra es que ese ente, en lugar de actuar de forma cruel y destructiva con la anfitriona y su entorno, está haciendo el bien y mejorando la triste vida de la pobre Teresa.
Daniel será fundamental en el futuro de este proyecto de fuga. Pero también Gabriel, quien desde el primer momento apoya la investigación sobre la huesped de Lea. Sus indagaciones les llevará hasta el mismo infierno... un tanto diferente al concepto que tenemos de él, como ya comprobaréis...
¿Querés saber más? Vamos con la séptima entrega de "Una fugitiva un tanto especial".
7.
Cuando
Gabriel tuvo delante todo el material preparado cuidadosamente por
Daniel, no le fue necesario visionarlo todo. Apenas vio a Lea,
distinguió claramente el aura que la rodeaba. Un demonio primigenio
habitaba en su interior, como había intuido Daniel. Entornó sus
ojos expertos y comprobó que Lea estaba cambiando físicamente,
según los testimonios gráficos de su aspecto anterior a la
sobredosis. Se estaba embelleciendo, su cabello se tornaba de un
color rojo vivo, y su mirada era sagaz, profundamente observadora,
tan llena de conocimiento y sabiduría que no podía pertenecer nunca a un ser
humano, al menos a uno de tan escasa edad. No, aquella presencia
había vivido mucho tiempo en el mundo, y aunque parecía un poco
perdida y desorientada en la piel de Lea Pineda, era muy sabia.
Había realizado una jugada maestra, al parecer, con una intención
que para él parecía clara, aunque absurda: ganar méritos para fugarse del
infierno.
Su
sonrisita torcida intrigó a Daniel, que aguardaba alguna reacción.
— ¡Vaya,
vaya, amigo Daniel! En verdad has descubierto una conspiración un
tanto extraña—reveló
Gabriel, con aquella sonrisa enigmática.
— Gracias,
señor—respondió él, complacido.
— Me
ocuparé personalmente de este caso, ya que me parece importante. Si
no tienes objeción, puedes acompañarme como ayudante—le
ofreció Gabriel. Daniel, de haber estado vivo, se habría desmayado
debido a la impresión.
— ¡Muchas
gracias, señor! ¡Es un inmenso honor para mí...!—exclamó
el aspirante, cortando en ese punto todo lo que hubiera querido decir, pues
intuía que podía estropear con su verborrea nerviosa lo que había
conseguido.
Según
Gabriel, para comprender lo que estaba ocurriendo y reconocer a la
culpable de todo aquel enredo, debían volver al principio y caminar
sobre los pasos de la diablesa fugitiva. Para ello debían indagar
en el mismo infierno. Daniel se inquietó un poco por tener que
descender a tan terrible lugar, pero gozaba de inmunidad gracias a
la protección del arcángel.
Gabriel,
mientras se dirigía con su ayudante hacia el infierno, en un largo
descenso que no parecía tener fin, le explicó con aire divertido
que –como todo el mundo sabe- la burocracia la inventó Lucifer,
para dejar constancia por escrito de sus
pactos con las almas conquistadas (los legendarios contratos que
antiguamente se firmaban con sangre y ahora se firmaban con
elegantes y caras plumas), a fin de garantizar que nadie se echaría
atrás en los compromisos contraídos con él. Gabriel señaló con
orgullo que en el Lado Luminoso no se exigía la firma de nada, pues
les bastaba con un compromiso firme de palabra.
Sin
embargo, la compleja división administrativa de áreas, secciones,
negociados y departamentos era otro cantar. Hablaba de pura y simple
eficacia. Los diablos primigenios (los que protagonizaron la Gran
Rebelión) ocupaban los cargos de mayor responsabilidad como Jefes
Superiores, dirigiendo a una cantidad ingente de diablos menores
(los cuales fueron llegando paulatinamente al Infierno, y sobre quienes se
rumoreaba que eran casi todos hijos de Lucifer, fruto de sus andanzas
humanas y diabólicas), así como a los numerarios meritorios (que
habían sido humanos extremadamente malvados y condenados por ello).
La división jerarquizada de mandatarios garantizaba una óptima
organización, una especialización en el trabajo y una eficacia
difícil de superar. El Lado Luminoso empezó a tomar nota,
aprendiendo de lo eficaz de su sistema, pero aún eran bastante
anticuados en su organización, y desde luego (desgraciadamente)
tenían muchísimo menos personal que en el Lado Oscuro, ya que eran
muy exigentes en la selección del mismo, y esto les retrasaba mucho
en su trabajo.
Cuando
llegaron al fin al Infierno, se detuvieron ante la Puerta. La misma
puerta sobre la cual Dante colocó poéticamente aquel famoso y
desolador cartel que decía algo así como «Quién
entre aquí que abandone toda esperanza»
Sin embargo, sobre ella no colgaba
ningún desalentador cartel, sino que la rodeaba por ambos lados y
por la parte superior un complejo directorio.
—
¡Cielo
Santo! Ahora sé que estoy en el Infierno—musitó
Gabriel horrorizado, al ver aquel organigrama que no tenía ni
principio ni fin, ramificándose desde el suelo hasta el techo y
cubriendo todo el muro de entrada.
Daniel no
dudó un solo instante. Buscó con pericia entre las ramas del
organigrama y señaló con orgullo cuando lo halló.
— No
se desaliente, señor. ¡Aquí está! Área de
gestión y recursos diabólicos. Departamento de personal fijo no
numerario. Creo que eso es la... diablesa que buscamos—localizó
su ojo humano experto, acostumbrado por su ex-condición de
parapléjico a visitar las distintas Administraciones en busca de
subvenciones, solicitudes de eliminación de barreras
arquitectónicas, etc...—
Sígame, señor. Esto no será peor que un Ayuntamiento, un Servicio
Territorial o un Ministerio...—sonrió
Daniel.
El
funcionario numerario que vio entrar a Gabriel en persona, seguido
de un numerario aspirante a ángel de la guarda, de haber estado
vivo, se habría quedado sin respiración. La luz blanca que
despedían ambos visitantes le deslumbraba y no sabía si levantarse
con respeto o quedarse mirándolos con aire el despectivo propio de
su antigua rivalidad. No había estudiado aquella parte del protocolo que dictaba lo que debía hacer en aquel caso tan improbable. Desde que él estaba condenado, nadie importante del Lado
Luminoso había bajado hasta allí.
—
Buenos días, quiero
tratar sobre un tema de personal que requiere gran discreción, al
menos en un principio...—saludó
Gabriel, sin darle importancia al aspecto indeciso del numerario.
— Pésimos
días, señor. En ese caso, acude usted al lugar correcto. Intuyo
que este es un asunto de máxima gravedad, dado que nos visita
personalmente alguien de su rango, por ello avisaré a mi superior
para que le atienda debidamente...—indicó
el numerario educadamente, librándose de la carga de tener que
tratar con él.
Gabriel
asintió, agradecido. Daniel se mantenía tras él, orgulloso de ser
su ayudante y sobre todo feliz por gozar de su protección en aquel
lugar terrible. El meritorio miró a su alrededor con curiosidad
humana y observó los muebles, lámparas y cuadros de aspecto muy
caro. Comparado con la sobria decoración del Lado Luminoso, le
pareció un poco abigarrado, como las casas de los famosos humanos,
aquellos que tenían mucho dinero, pero ningún gusto.
El
superior del numerario salió de su despacho de inmediato, muy
extrañado por la visita de Gabriel. Iba arreglándose la corbata y
alisándose la chaqueta, vistiendo tan elegantemente como solían
hacer los jefes de departamento.
— Pésimos
días, señor. Mi nombre es Neville. Mi ayudante me ha dicho que su
inesperada visita se debe a una cuestión de personal ¿Cómo puedo
colaborar en su investigación?—le
saludó Neville cortésmente, tras cuadrarse como le habían
enseñado para mostrarse respetuoso con los superiores del Lado
Luminoso.
El
numerario, al observar a su superior, chasqueó la lengua,
disgustado. Debería haber hecho lo mismo, pero no había repasado
debidamente el manual. Ahora ya lo sabía para otra vez, si es que
se presentaba la ocasión.
Neville, a
pesar de que no era un demonio primigenio, sino un numerario como
él, tenía muchos conocimientos sobre protocolo y poseía una
elegancia natural. Había trabajado mucho tiempo en una isla
lluviosa y gris del mundo humano y ganó su ascenso convirtiendo a
personas educadas y comedidas en terribles Hooligans capaces de cualquier cosa
en un estadio de fútbol.
— Mucho
gusto, Neville. Es cierto. Mi investigación comenzará en el
Departamento de Personal, pero también deberemos indagar en el
Departamento de Autorización de Posesiones. Te ruego, Neville, que
me prestes tu valiosa colaboración, y sobre todo, como ya le he
indicado a tu ayudante, el asunto requiere por ahora la máxima
discreción. Todo se sabrá a su debido tiempo—respondió
Gabriel, con voz firme pero amable.
Neville no
mostró exteriormente ni la más leve inquietud por sus palabras,
sin embargo en su interior sintió que aquella visita y la
investigación traería cola. No obstante, el protocolo obligaba a
prestar la colaboración necesaria a sus Superiores, entre los
cuales se contaban los miembros del Lado Luminoso, sobre todo un
Arcángel… que después de ÉL era el que poseía más rango.
—Veamos,
el Departamento de Personal está aquí mismo, decimonoveno sótano,
quinto pasillo a la izquierda, decimotercera puerta a la derecha,
despachos del A al G. ¿Posesiones? Veamos. Delmor, consulta el
departamento de posesiones. Creo que ha cambiado tanto de Jefatura
como de ubicación hace poco. Sinceramente, señor, tuvimos
problemas con esa dichosa película... «El
exorcista», que puso de moda la posesión
entre los numerarios más jóvenes e impresionables, lo cual produjo
una auténtica avalancha de solicitudes, con el consiguiente papeleo
para revisar, a consecuencia del cual, el responsable del departamento sufrió una
aparatosa crisis nerviosa—explicó
el funcionario Neville educadamente—
Creo que terminó girando la cabeza en redondo
y vomitando puré de guisantes a reacción... Sinceramente, no
comprendo cómo una simple película causó tanta expectación. Debo decir
que era claramente inferior a la novela...—añadió
con cierto desprecio por los numerarios y por su colega caído en
desgracia, recordando tan lamentable episodio.
Daniel
ahogó un resoplido. Era divertido que los demonios se dejaran
influir por una película humana, pero así eran las cosas. Al fin y
al cabo, la mayoría de ellos habían sido humanos hacía más o
menos tiempo.
— Por
supuesto, tratándose de usted, no exigiremos que realice las
oportunas solicitudes por escrito, ya que debería cumplimentar los
modelos A-1, C-27, F-567 y Z-34, así como un exhaustivo informe de
motivos, y por supuesto, esto retrasaría su investigación, pero
debo señalar que se trata de una excepción, por ser usted quien
es, bajo mi exclusiva responsabilidad. Que no cunda el ejemplo entre
sus colegas, se lo ruego, ya que la base de nuestra eficaz
burocracia es la solicitud por escrito, y también, por supuesto, la
garantía de un expediente correctamente tramitado—le
indicó Neville, dejando claro que no volvería a saltarse las
reglas por nadie.
— Y
yo te lo agradezco inmensamente, amigo Neville—afirmó
Gabriel, sabiendo que quizá su colaboración (aunque claramente
determinada en el protocolo) le podría costar cara ante el
irascible y poco colaborador Lucifer.
— No
hay de qué, señor. Veamos, sí. Eso es. Actualmente el responsable
del Departamento de Posesiones es Fidelón, y la ubicación de su
despacho... trigésimo tercer sótano, décimo octavo pasillo a la
izquierda, puertas de la F a la H. Acompáñenme, por favor. En
primer lugar, tal como ha solicitado, comenzaremos su investigación
en el Departamento de Recursos Demoníacos—anunció
Neville, mirando la pantalla. Se cuadró de nuevo y les indicó una
puerta que se abrió automáticamente ante ellos.
Cuando le
siguieron y la puerta se cerró tras ellos, Delmor respiró
aliviado. No todos los días se recibía una visita como aquella.
Cogió con ansiedad el comunicador interior.
— Fedra,
querida ¿a qué no sabes quién ha estado aquí? NO lo adivinarías
ni en un eón—
espetó Delmor atropelladamente, cuando obtuvo respuesta.
(continuará)
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