Hola, lectores y lectoras. Sin más dilación, vamos a por el octavo capítulo de "Una fugitiva un tanto especial". En esta ocasión, Liduvel comienza a comprender el funcionamiento del corazón humano (a nivel metafórico) cuando Alicia intenta recuperar su amistad perdida.
8.
Alicia pulsó el timbre,
respirando hondo. Le había costado mucho reunir valor para aquella
visita, pero no se iba a echar atrás. Años de amistad con Lea se
lo exigían a gritos. Le abrió la puerta su madre, mirándola con
curiosidad, pues no la conocía. Lea nunca le había presentado a
sus amigos, ni le enseñaba fotos. Incluso cuando se encontraba bien
(cuando aún no había caído en el abismo de las drogas) no le contaba gran cosa sobre su vida.
Eso también había cambiado ahora. Hablaban mucho y había invitado
a una amiga a su casa.
— Hola,
soy Alicia... amiga de Lea... ¿Está ella?—la
saludó Alicia.
— Si,
pasa, por favor. Está ahí, en su habitación.
Al final del pasillo, no tiene pérdida—la
saludó Teresa con gran alegría.
— Gracias—respondió
Alicia, entrando.
Miró a su alrededor con
discreción. En todos los años que fueron amigas, nunca fue a su
casa, ni siquiera sabía dónde vivía, pero para eso se tenía por una detective
impresionante. Había invadido todos los archivos informáticos
conocidos y por conocer, hasta dar con su domicilio. Imaginó que
Lea sentía vergüenza de vivir allí, porque su casa era sencilla y
ella vivía en un bonito piso, con más de 150 metros cuadrados, una
impresionante terraza donde se podía uno perder entre plantas y
flores, y cinco dormitorios con sus respectivos vestidores y cuartos de baño.
Pero Lea no tenía por qué
avergonzarse de su casa. Ella no juzgaba a nadie por su posición
social y debería haberlo sabido. No siempre fue rica. Un golpe
de suerte de su padre en un buen negocio, y ¡zas! De no llegar a
fin de mes a poder veranear en las Bahamas. Aún así, no había
olvidado los malos tiempos, ni quería olvidarlos tampoco. Por eso
se negó a cambiarse de instituto y asistir a uno privado y escandalosamente caro, a pesar
de la insistencia de sus padres.
Llamó a la puerta de la
habitación y la huésped de Lea se quitó los cascos y se incorporó en la cama,
extrañada al verla.
(esto si que es una sorpresa
ya veo Alicia viene a ganar el perdón quiere reconciliarse no lo esperaba al
menos no tan pronto estos humanos aún pueden sorprenderme)
— Hola,
Lea. Espero que no te moleste que haya venido. Quería... contarte
lo que ha pasado en el instituto...—la
saludó Alicia, sin pasar de la puerta.
— Pasa
y siéntate—le
ofreció ella, amablemente pero sin sonreírle. Indagó en su alma,
y no vio ninguna mala intención en ella. Su única intención era intentar reparar el daño infringido.
Alicia se sentó en el borde de la cama. Le encantó aquel techo
pintado con nubes de un blanco azulado y de blanco rosado, tan reales
que en cualquier momento podían asomarse entre ellas una legión de
angelotes gorditos. Respiró hondo y le contó cuanto había pasado respecto a su caso,
su sentida defensa y la intervención de su madre. Le contó que habían
sido todos convocados a una reunión urgente en el salón de actos,
y se les dieron órdenes concretas de colaboración para integrarla
de nuevo, y demostrar así que aquel instituto era solidario con las personas que pretendían abandonar las drogas y volver a la normalidad.
— Pero
no estoy aquí porque me lo dijeran ellos. Yo ya estaba decidida a
ayudarte... porque has cambiado, y eso tiene mucho mérito. En
fin... solo quería que lo supieras. No sé si volveremos a ser tan
amigas como antes, pero yo estoy dispuesta a intentarlo...—le
dijo Alicia, de carrerilla. Se notaba que había estado preparando
el discurso, lo cual no lo desmerecía. Al contrario, pensó que si
alguien prepara un discurso y no lo deja a la improvisación, es
porque se preocupa de quedar bien.
— Estupendo—respondió
ella solamente. Alicia era sincera y eso merecía que le diera una oportunidad, pero
si recibía con demasiada alegría su ayuda, resultaría sospechoso.
El juego consistía en no ponerselo demasiado fácil y parecer desconfiada.
— Bien.
Me voy... tengo que... estudiar, ya sabes, el examen de
historia...—le
dijo Alicia, levantándose—
Y un consejo... en el examen... contesta solo lo que dice el libro. No se
trata de saber lo que pasó de verdad, eso les importa un carajo. Se
trata de poner lo que quieren que creas que pasó... y eso es justo
lo que pone en el libro ¿Vale?—aconsejó
Alicia, tímidamente.
— Vale,
tomaré nota—asintió
ella con una sonrisa traviesa.
Cuando Alicia se disponía a
salir, viendo que no se atrevía a abordar el verdadero tema que
la había llevado a ayudarla en el instituto y a verla de nuevo en su terreno, creyó conveniente darle pie a decir lo que venía a decir.
— Ahora dime la verdad, Alicia... ¿qué te ha traído realmente hasta aquí?.
Deberías decir lo que tengas que decir—la
invitó a hablar entonces, fijándose bien en
su reacción.
Alicia tembló. Temía aquella conversación. La había preparado con cuidado, pero seguía temiendo enfrentarse a la verdad: ella podía haber corrido la
misma suerte que Lea. Coqueteaban con las drogas, todos lo hacían.
Y como todos, estaba segura de que lo podía dejar en cuanto
quisiera. Era cuestión de tiempo que se enganchara a cosas más
fuertes, como cocaína o heroína. Pero entonces vio a Lea
derrumbarse con espantosa rapidez cuando empezó a probarlo todo,
debido a las malas influencias de su nuevo amigo Adrián. Sintió miedo y
se echó atrás. Para su sorpresa le costó mucho dejarlo. Tuvo que
reconocer que aquella química le hacía falta y se sentía muy mal
al dejarla. También tuvo que cambiar de hábitos y dejar a sus
viejos amigos, porque todos tomaban algo y la empujaban a seguir. El
difícil proceso de regreso a la normalidad pasó para todo el mundo como una ligera gripe, nervios ante los exámenes, ruptura con viejos amigos... verdades y mentiras
encadenadas para que su familia no se enterara de la verdad.
En aquel complicado regreso a la normalidad
recibió el valioso apoyo de Alex, que también se sentía culpable
por haber permitido que Lea cayera de esa forma. En alguna ocasión
lloraron juntos por ella, pero aunque hubieran intentado advertirle
del pozo donde estaba cayendo, Lea tampoco les hubiera escuchado.
Estaba ciega y sorda a todo lo que era razonable.
Alex también lo dejó todo excepto el tabaco, y sobrellevaron juntos aquellos momentos difíciles. Por
eso un día se enrollaron y aún seguían juntos, debido al mutuo
apoyo que se habían brindado.
— Lo
siento mucho, Lea. Te vi cambiar... te vi caer. Me supo muy mal, te lo
juro, pero yo no quería... convertirme en... alguien como tú. Ya
no tomo tripis ni fumo porros. Ya no me gusta ir a la discoteca
donde íbamos ¿recuerdas? Está llena de gente rara... bueno, ya
sabes, como tus amigos de la cuadrilla de Adrián. Tomamos algo por
ahí, vamos al cine, a la playa en verano... llevamos una vida mucho
más tranquila. Alex incluso quiere dejar de fumar, pero en cuanto
llega un examen, fuma como un carretero...—soltó finalmente
Alicia con gran esfuerzo y considerable alivio—
La verdad es que nos apoyamos mutuamente para no caer otra vez... por
eso nos… liamos. De todas formas, tú ya no estabas. Te liaste con ese cerdo de Adrián y yo... yo no... me hubiera liado
con Alex si tú aún... hubieras estado por él. Y... si tú
quisieras... volver con Alex... me dolería mucho, pero
me apartaría, en serio. Ahora que has vuelto de ese infierno donde estabas... me siento
fatal, como una traidora...—musitó
Alicia, con una voz cada vez más baja, confesando todo lo que la
quemaba por dentro.
(ahora me ofrece a su novio como
prenda de reconciliación qué encanto y lo bueno es que es sincera)
— Bien...
Está bien que os unierais para vencer. Y no voy a separaros. Él ya
no me gusta...—sonrió
ella con aire burlón. Alex nunca hubiera sido su tipo, con aquel
cuerpo delgado y desgarbado y sus pequeños ojos oscuros y pequeños como los de un ratón.
Ella tenía mejor gusto para los elementos masculinos—
Y ahora confiesa, Alicia... reconoce que Lea Pineda os salvó la vida.
Dí que al verla caer, lo pensasteis dos veces y os salvasteis de
una buena...—pidió
ella, entornando los ojos con cierta maldad.
— Es
verdad. Es verdad...—reconoció
Alicia, más tranquila al ver que Lea no tenía intenciones
vengativas—Nos
salvaste. Te lo debemos...
Y de forma instintiva, Alicia se
acercó y abrazó a quien ella pensaba que era Lea, en nombre de su antigua
amistad y porque se lo debía. Liduvel se quedó un instante en
suspenso, porque no sabía cómo debía reaccionar. Al instante
pensó que debía abrazarla también y entonces notó de nuevo
aquella corriente de bienestar que la llenaba cuando hacía algo
bueno.
(aaaaaah de forma que esto es la amistad
bien también podría acostumbrarme a esto)
En cuanto lloró un poco abrazada a ella, Alicia se
calmó y se levantó, mucho más aliviada. Intentaba sonreír
cuando se despidió.
— Me gusta que lo hayamos dejado todo claro. Ahora
si que me voy. Nos vemos mañana, hay que
estudiar...—musitó
Alicia, enjugándose las lágrimas con un kleneex.
— Claro,
estudia cuanto quieras. Yo ya me lo sé todo...—sonrió ella, con
gesto travieso.
Alicia resopló. A pesar de sus
consejos, seguro que otra vez pretendería ser creativa en el
control de historia y la suspenderían. Era raro que hiciera eso,
pero tampoco era normal que sacara tan buenas notas en todo lo demás.
Lea nunca había sido especialmente brillante, solo una más del montón.
— Gracias
por venir, Alicia. Me ha gustado hablar contigo—se
despidió ella, antes de que saliera por la
puerta. Alicia asintió. Era un inmenso alivio haberse enfrentado de una
vez a la verdad.
Ella se quedó tumbada
escuchando música, mientras pensaba en que Axel nunca se había
puesto en contacto con ella para disculparse, o para intentar
enmendar el daño que le había hecho. Era lógico que no lo hubiera
intentado en los primeros tiempos tras la Gran Rebelión, cuando
estaban separados por una distancia inmensa y ella estaba severamente
confinada entre oscuridad y fuego. Tal vez tampoco era conveniente
que lo intentara en el tiempo que continuó al de la distancia
eterna, cuando los ángeles caídos estaban en libertad vigilada y Axel podría haberse
visto comprometido por hablar con ella... pero después... ¿por qué
no había reunido valor como aquella chica traidora que intentaba
reconciliarse y pedir perdón a su forma? ¿Y el luminoso ángel
Axel pretendía ser un ser superior a aquel animalito
insignificante, poco más evolucionado que los monos?
La rabia llenó aquellos ojos
humanos de lágrimas, y se sintió sorprendida. Se tocó aquellas
lágrimas que no provenían del dolor de Lea, sino del suyo. Ellas
dos estaban totalmente conectadas y se parecían más de lo que hubiera deseado. Defintivamente ya no sentía aquel profundo desprecio por Lea, por
su debilidad y su simpleza. Estaba decidida a convertirla en una persona de provecho, como decían los humanos, y estaba yendo por buen camino, a su modo de ver.
(continuará)
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