Hola, lectores y lectoras. De nuevo con vosotros y vosotras para contaros un nuevo episodio de esta aventura tan especial.
En esta ocasión pasaremos todo el capítulo en el Infierno, pues Damon ha sido rescatado para ayudar a destruir a Liduvel, utilizando cuanto conoce de ella por la terapia a que la sometió antes de ser desintegrado. Pero Damon tiene otros planes. Lleva planeando su estrategia durante mucho tiempo, y los demonios, aunque desconfían de él, le necesitan desesperadamente. ¿Cual será el plan magistral de Damon?
Hasta la próxima entrega, amigos y amigas.
23.
Damon
llegó escoltado por sus dos acompañantes a las capas superiores
del Infierno y solicitó permiso para asearse, a fin de presentarse
ante el Gran Jefe, a lo que Derafiel no puso obstáculos, pues en
verdad tenía un aspecto miserable, y Lucifer valoraba la buena
presencia sobre todas las cosas. Apenas estuvo solo, en la estancia
donde le permitieron arreglarse, Damon pulsó varios botones del
intercomunicador y una voz cantarina le contestó del otro lado.
—¿Sí?
—¡Fedra,
querida, qué alegría me causa oír tu voz!—la
saludó Damon, aliviado.
— ¿Damon?
¡Ay, jefe...! ¿Es usted de verdad? ¿Cómo puede ser?—
disimuló Fedra con habilidad, ya que estaba al
corriente de la existencia del lugar donde derivaban los
desintegrados, así como de su inesperado rescate del mismo.
— Sí,
querida, ya te contaré. Tendrás cotilleos para
eones. Ahora escúchame con atención, necesito tu valiosa
colaboración para esparcir rumores—
cortó Damon, ya que tenía poco tiempo para hacer un
gran esfuerzo de difusión.
— ¡Cuente
conmigo, jefe! Ya sabe que es mi distracción favorita—
se alegró Fedra. Era un privilegio ayudar a un buen
amigo haciendo algo que le proporcionaba tanto placer.
— Lo sé,
lo sé, y esta vez deben esparcirse con mucha rapidez, Fedra. Mi
supervivencia y la de muchos otros seres depende de ello...—
incidió Damon con su voz más suave y envolvente.
— Jefe,
cuente conmigo para lo que sea. No he pasado mejor etapa en mi larga
vida, que la que viví trabajando como su secretaria. ¡Cuánto
material para mis cotilleos! Y qué amable era usted conmigo
siempre. Eso no lo he vuelto a tener jamás.—
elogió sinceramente Fedra. En el infierno la mayoría
de los asuntos relacionados con la salud mental de los demonios, se
mantenían bajo absoluto secreto, pero Damon le ofrecía a Fedra
particulares regalos de vez en cuando: datos de pacientes difíciles
a los que no le importaba perder. Si Fedra esparcía el rumor, y lo
hacía con toda seguridad, era cliente desintegrado. De ese modo se
libraba de cargas extras de trabajo, ya que por aquella época todo
el mundo estaba estresado, y él quería centrarse en la extraña
paciente Liduvel. Tiempo después, les halló a todos en aquel lugar
desolador, y les brindó terapia para compensarles. Algunos habían
progresado bastante.
Una vez
dadas las oportunas instrucciones a Fedra, aseado y convenientemente
ataviado para su entrevista con Lucifer, se presentó con tal pompa
y ceremonia como si se tratara de un importante cargo. Los demás
demonios le miraban pasar con recelo. No les gustaba que un colega
desintegrado por graves errores caminara aún entre ellos. Incluso
podía reclamar venganza contra algunos de los que le delataron o
declararon contra él. Lo miraran por donde lo miraran, no era
natural ni lógico que un desintegrado resucitara.
Lucifer le
esperaba impaciente, mientras el terapeuta llegaba con la cabeza
alta y una gran sonrisa en los labios. Damon le saludó con una
exagerada reverencia, que halagaba la vanidad de Lucifer, ya que
todo el mundo le temía, pero no todos sabían reverenciarle como
merecía.
—Damon,
por «necesidades
técnicas», se te ha
concedido una segunda oportunidad, pero antes de entrar en detalles,
en primer lugar cuéntame... ¿qué está ocurriendo allí abajo? Me
han llegado informes contradictorios e increíbles sobre un lugar
donde perviven los desintegrados por graves errores, como tú, por
ejemplo. Descríbeme ese mundo. ¿Quién lo creó?—
indagó Lucifer, en voz baja para que no le escucharan
al otro lado de la puerta, pues percibía que estaban todos alerta,
escuchando aquella conversación, y era humillante pedir ayuda a un
inferior, por añadidura desintegrado.
Damon
sonrió. Conocía un secreto del que ni el propio Lucifer tenía
conocimiento.
— Vera,
señor, cuando yo llegue, ese mundo extraño ya se había creado
hacía muchos eones y pervivían allí almas mucho más antiguas que
la mía. Intenté comunicarme con ellos y nadie sabía quién había
creado aquel espacio, ni por qué sobrevivían después de la
desintegración. Entre los más lúcidos -que son muy pocos- se
rumoreaba que aquel lugar era una especie de «travesura»
de lo alto, para no permitir que sus constantes ataques de furia –
discúlpeme, no lo digo yo, lo dijeron ellos- terminaran despoblando
este mundo de tinieblas—
explicó Damon, mirando hacia arriba para acompañar
sus palabras. Los presentes miraron a la vez hacia arriba, con un
gesto entre incrédulo y sorprendido—
Por supuesto, yo me preguntaba qué inconveniente tendrían los de
arriba en que el Infierno se quedara despoblado. No supe descifrar
sus motivos. Si somos enemigos, mejor diezmarnos, digo yo, pero
disculpe, me estoy dispersando. Todavía sufro las consecuencias de
la prolongada exposición a ese medio hostil. El lugar
en sí, como seguramente ya sabrá, no es gran cosa en realidad. Es
un espacio sin paisaje, salvo esas aguas turbulentas y esa luz del
color gris verdoso de la podredumbre, un paisaje siniestro y triste,
donde pronto pierdes la esperanza, la memoria de lo que has sido y
deambulas como un alma en pena, exactamente igual que esas humanas
almas torpes que se quedan atascadas entre dos mundos sin avanzar,
viviendo como fantasmas entre los vivos. Pero yo soy fuerte y
utilicé mi terapia para no perderme, por lo que no olvidé quien
era. Sin embargo, siento algunos fallos de memoria sobre algunos
temas puntuales. También conseguí gracias a mi terapia que algunos
desintegrados reaccionaran un poco, pero eso fue aún más amargo y
cruel para ellos, puesto que se daban cuenta de dónde estaban, y de
que su verdadero ser ya no existía en realidad...—continuó
Damon, intentando ser concreto.
—Lo cual
me parece adecuado, para eso están en el fondo del pozo más hondo
del infierno, por deseo mío—
asintió Lucifer, indignado por no conocer ningún
dato concreto sobre aquel mundo dentro de su mundo, y que parecía
ser que había sido ideado por agentes de la Luz. ¿Cómo se
atrevían a modificar su mundo oscuro de penurias sin fin? ¿Qué
finalidad tenía conservar los desintegrados como almas en pena o
como carne en conserva? ¿Qué más les daba a ellos, si ya no
podían rescatar a esas almas para que volvieran a la Luz? ¿O sí
podían?
— Tengo
varias teorías sobre eso, pero centrémonos en el
motivo de mi rescate: me habéis traído para hablar sobre una
antigua paciente mía, según creo. El eficaz Derafiel, aquí
presente, me ha puesto al corriente, y no es cuestión de perder más
tiempo en explicaciones, pues el tema es grave—
cortó Damon con rapidez, dejando perplejo a Lucifer
por su desfachatez, aunque tenía razón.
— Así
es. Habla— asintió
Lucifer, extrañado por las prisas que demostraba aquel
inconsciente. ¿Es que no podía ni intuir que una vez utilizado
para su conveniencia, volvería a aquel lugar lúgubre del que le
habían sacado? No permitiría jamás que un desintegrado por su ira
caminase de nuevo por el Infierno. Trasmitiría una imagen de
debilidad que no podía permitirse. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Que
alguien quisiera su puesto?
— Veamos,
como ya he referido, me afectan fallos de memoria, pero he
consultado con mi antigua secretaria, quien (por suerte para todos)
aún recordaba algunos datos sobre mis antiguos pacientes. En
resumen, señor, nuestra diablesa en cuestión, Liduvel, tenía un
grave problema de piedad por los humanos, aunque ella no entendía
lo que le sucedía antes de comenzar la terapia. Acudió a mi porque
se replanteaba su trabajo, ya no se sentía satisfecha con nada, y
sobre todo porque se sentía sola, ya que su alma gemela la abandonó
en el momento de la Gran Rebelión—
rebeló Damon, que recordaba perfectamente el caso.
Lucifer
asintió. Ella había reconocido en la iglesia que actuó así
porque se sentía sola. Su alma gemela la había abandonado. Debía
seguir siendo un ángel de luz. Tal vez pudiera utilizar aquel dato.
Averiguaría de quién se trataba, se transfiguraría en su alma
gemela y la engañaría, atrayéndola de nuevo hacia el lado oscuro,
donde la destruiría por ser una puerca atrevida.
Derafiel
interrumpió su improvisado plan mental, pues hablaba entre susurros
al fondo de la sala, Lucifer poseía un agudo oído y lo oyó todo.
— ¿Cómo
ha consultado con su antigua secretaria? No se me comunicó ningún
contacto de este tipejo con nadie—
comentaba extrañado Derafiel, quien solo le había
dejado un instante para que se aseara. Después cayó en la cuenta
de que podía estar mintiendo y recordarlo todo—
¡Será capullo! Lo recuerda perfectamente. Eso podía
habérmelo dicho a mí—
farfulló Derafiel a Databiel. Se hubieran evitado la
molestia de arrastrarle por el interminable túnel del pozo más
hondo. También se molestó porque hubiera ganado algunos puntos
ante el Gran Jefe si le hubiera ofrecido aquella información de
primera mano.
— Ya
sabía yo que había gato encerrado. Ese tío no me gusta nada. Me
da grima— susurró
el pálido Databiel con voz ronca, y Derafiel le miró perplejo.
Damon le
producía grima a Databiel, el demonio que daba más grima le
producía a él. Luego, por asociación, Damon debería darle grima
a él. ¿Por qué no se la daba? ¿Tenía los sentidos dormidos?
Empezó a creer que su consejo de rescatarlo de aquel lugar había
sido un grave error, en lugar de una inspiración para lograr su
merecido ascenso.
Lucifer
frunció el ceño ante aquellos comentarios. ¿En serio estaba
intentando engañarle? Damon ahogó una risita tonta, pues él
también disponía de muy buen oído. Continuó con su disertación
como si nada hubiera ocurrido.
— Con el
debido respeto, señor. Nadie se dio cuenta de que Liduvel realizaba
su trabajo de una forma muy sutil e inteligente. Mi terapia
descubrió muchas cosas que iban mal dentro de esa cabeza, lo
utilicé y potencié en ella todos y cada uno de los sentimientos
incorrectos, de sus ideas equivocadas, como si la apoyara totalmente
en su rebelión interna… y ¿qué obtuve, señores? Averigüé que
era una especie de ángel vengador que provocaba el suicidio de
seres malvados antes de que hicieran daño a sus semejantes,
salvando así a los inocentes. Por ello un día fue amonestada por
sus superiores, pero todo era mucho más complicado que eso. Yo
hubiera conseguido curarla por completo, pero antes de dar el salto
definitivo y después aplicar la terapia correctiva… sufrí la
desintegración acusado de graves errores. Liduvel, por lo tanto,
necesitaba recibir el resto del tratamiento para volver a la
normalidad, y el resultado de todo este cúmulo de despropósitos es
que nuestra diablesa cuestionada ha actuado fuera de control,
haciendo un flaco favor a las potencias infernales, señor. De otra
forma no se le hubiera podido ocurrir ser una fugitiva... una
tránsfuga. Y por lo que me dicen, ahora está ejerciendo de
auténtico y eficaz ángel de la guarda. ¿Cómo pensáis que una
diablesa puede convertirse de la noche al día en un ángel de la
guarda eficaz? S hubiera continuado ahondando en su atormentada
psique, hubiera demostrado, según creo, que desde el principio se
trató de una infiltrada entre nuestras filas—
dictaminó Damon, paseando de un lugar a otro de la
sala, aparentando la furia propia de alguien que quería vengarse de
los colegas que le habían denunciado, cuando él tenía en la mano
rebelar una gran verdad y escalar puestos de responsabilidad.
Lucifer
hizo un esfuerzo para no quedarse con la boca abierta y en evidencia
antes tantos subordinados. Derafiel cerró los ojos y movió la
cabeza, consternado. Databiel no entendía nada. Los demás hablaban
entre ellos con susurros. Nadie se atrevía a hablar de infiltrados
en voz alta, aunque siempre hubo sospechas de que existían. De
hecho, la existencia del Lago de las Almas Perdidas parecía prueba
de la existencia de presencia de agentes de la Luz en el Infierno
desde tiempos inmemoriales.
— ¿Una
infiltrada? ¿Un agente doble del Lado Luminoso? ¿Tienes pruebas de
ello? ¿Cuál fue la evidencia que te rebeló que era una maldita
infiltrada?—
preguntó Lucifer con una voz que temblaba por la
rabia contenida, sin entender por qué no había sido él el primero
en darse cuenta de aquella terrible noticia.
Se había
mantenido flotando sobre sus demonios subordinados, que trabajaban
duramente por alistar almas para el infierno. Él siempre alegaba
estar estresado para salir del Infierno y disfrutar de unas
magníficas vacaciones en Chechenia o Irak, por poner un ejemplo,
donde ejercitaba sus oxidados poderes, endiosándose cada vez más
ante sus éxitos fáciles en tierras sembradas de violencia.
Damon
mantuvo un instante de silencio para potenciar el suspense.
— Muchos
la vieron ese día, señor. Pero nadie advirtió las
señales. Liduvel lloró en el Gólgota. El día de mayor júbilo
para nosotros, para todo el mal del mundo... ella derramó lágrimas
amargas. Hace unos dos mil años, en contabilidad humana, que me di
cuenta de que ella no era lo que parecía—
reveló Damon con la voz proyectada teatralmente, para
provocar un mayor efecto en los que le escuchaban. Un murmullo de
asombro se alzó por un instante y se apagó a la primera mirada
furiosa de Lucifer sobre los presentes.
El fuego
que levantó la ira de Lucifer se alzó desde el pozo más hondo
hasta los despachos más elevados, incinerando los caros y
abigarrados muebles y dejando a sus ejecutivos sentados en el suelo,
mirando a sus subordinados con muda sorpresa.
Damon
sonrió satisfecho por el resultado de su discurso. Entornó los
ojos con aire travieso, pues todo le estaba saliendo a pedir de
boca. El próximo paso de su plan era ofrecer con eficacia una
solución a Lucifer para terminar con Liduvel, después de fingir
estudiar los inexistentes expedientes y mientras Fedra ejercía su
eficaz labor esparciendo rumores.
Debía
ganar tiempo. Era indispensable para salvar a Liduvel.
(continuara)
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