Continuamos con las andanzas de Liduvel, una diablesa muy especial, fugada de las filas infernales y con vivos deseos de demostrar que puede volver a ser un ángel de luz.
Dispuesta a conocer mejor a Lea y el mundo que la rodeaba, empieza por contactar con su ex-novio y su ex mejor amiga, quienes actualmente son pareja, y comienza a sufrir en el instituto las consecuencias de la mala fama que ganó en sus últimos días en el centro.
Disfrutad de este quinto capítulo y esperad a ver el sexto, pues aparecerá varios personajes fundamentales para la historia.
¡Hasta entonces, lectores y lectoras!
5.
La
chica rubia que no quería verla a su lado, siempre la observaba de
lejos. Ella ya sabía de qué la conocía Lea. También supo quién
era el chico que venía a buscarla a veces. Él ya había terminado
bachiller y estaba en la Universidad. Él (se llamaba Alex) había
sido novio de Lea, antes de que ella se perdiera en el abismo y él
la dejara caer, abandonándola a su suerte (qué curioso, una vieja
historia muy conocida). La chica que no quería que se le acercara
se llamaba Alicia. Desde los primeros cursos del colegio había sido
la mejor amiga de Lea (pero olvidó pronto su antigua amistad para
abandonar a Lea y liarse con su novio, por lo visto). Curiosamente,
sentía lo mismo por ella que hubiera sentido Lea si aún caminase
sobre el mundo: un profundo rencor por su traición. Pero sobre todo
odiaba a Alex, porque las almas gemelas no deben abandonar a su
parte complementaria nunca, ni en lo bueno ni en lo malo.
Entonces cayó en la cuenta del
motivo que había provocado su súbito acceso de ira, y pensó que
no debía juzgar a dos chicos asustados que nada tenían que ver con
su propia historia, con el rencor que sentía hacia el maldito Axel,
que la abandonó hacía eones. Por eso desistió de su
acuciante deseo de torturarles con sus poderes. Por eso y porque
hubiera significado puntos en contra.
Ambos la miraban de lejos,
temiendo que se acercara. Susurraban entre ellos, mientras se
alejaban cuanto antes del Instituto en su coche de segunda mano. Un
día ella decidió que ya estaba cansada de jugar al gato y al
ratón, y deseó, de forma traviesa, jugar a ser Lea por un
momento.
—¡Hola,
chicos...!—les
saludó, sobresaltándoles, pues había llegado silenciosa, como una
fiera al acecho.
— Hola,
Lea...—respondió
Alex, irguiéndose con todo su valor, pero mirándola a los ojos con
cierta culpabilidad. Un gesto casi imperceptible le movió a
situarse entre las dos chicas, como protegiendo a su actual novia.
Ella sonrió por su gesto caballeroso.
(protege a tu chica de la loca
furiosa que puede sacarle los ojos con una cuchara por ser una zorra
traidora no no no digas eso ni lo pienses porque puede puntuar negativamente )
— Hola,
Lea—la
saludó Alicia, soltando de la cintura a Alex.
Otro gesto disimulado que no pasó por alto para su vista experta.
(como si no os hubiera visto ya
comiéndoos la boca será tontita esta chica)
— No
os preocupéis por mí, seguid con vuestro encantador romance. No me
importa, en serio. Ya no soy la misma persona. He cambiado
bastante... por si no lo habíais notado—dijo
ella arrastrando las palabras con una gran sonrisa, para romper el
hielo. Para demostrarlo, abrió los brazos y dio una vuelta
alrededor de sí misma. Llevaba ropa de vivos colores, su peinado había cambiado
(en un estado pésimo pero normal para haber estado enganchada a diversas drogas
y haber caído en coma por una sobredosis) y no iba maquillada con
aquellos horribles tonos negros en ojos, labios y uñas. Se parecía
a la antigua Lea (la buena chica de la que se enamoró Alex) pero
con un cierto toque de maldad en sus ojos y un tono zalamero que sonaba extraño en la voz de Lea.
Su despliegue de encanto no
funcionó con ellos. Estaban a la defensiva y podía oler su miedo.
Temían su justo deseo de venganza.
— Me
importa un carajo lo que pienses de nosotros, Lea. Tú fuiste la que
nos dejó. Te molaba la marcha de esos cabrones y te convertiste en
uno de ellos. No me vengas ahora con «morritos»
y «penitas» de niña abandonada—masculló
Alex, haciéndose el valiente, pero con aquella culpabilidad
bailando en sus ojos. Ella valoró mucho aquella muestra de valor.
— Claro
que te importa, y mucho, pero si quieres mentir, allá tú. Los dos pertenecéis al pasado de una Lea que ha
muerto de sobredosis. Pero aún queda algo de ella aquí
dentro—señaló
su corazón, para hacerse entender—
He ido recuperando recuerdos, y sé que vosotros la acompañábais
en el mismo rollo que la llevó a caer. Algún coqueteo con los
porros, alguna pastilla en la discoteca, alguna «ayudita»
para pasar la noche estudiando sin cansarse... pero cuando todos
decidisteis ir un poco más allá y probar algo duro de verdad,
vosotros dos os echasteis atrás, y no la avisasteis, ni siquiera
intentasteis sacarla a tiempo. Os quedasteis en el lado bueno
¿verdad? Visteis como ella caía sola, asistiendo al espectáculo
cómodamente sentados en el patio de butacas...—musitó
ella con un hondo rencor que no pertenecía a Lea, sino a ella
misma, clavándoles aquella mirada helada que les petrificó. Tenían
miedo, pero Alex no permitió que le intimidara ante Alicia.
— ¿Por
qué hablas como si no fueras Lea? ¿Qué coño te pasa? ¿Te has
quedado idiota?—aún
tuvo valor para replicarle él.
(los chicos siempre tan
valientes a pesar de que se muere de miedo tiene que quedar bien
delante de su enamorada)
— ¡Yo
no soy Lea! ¡A ver si te enteras! ¡Lea está muerta o casi muerta!
Sé que te dará igual, porque tú no la querías lo suficiente. Por eso
la abandonaste. Pero eso me importa una mierda, Alex. Viví esto
hace mucho tiempo y atravesé un infierno tras otro por culpa de un
traidor igual que vosotros. En realidad, vuestra pequeña traición es una tontería
de críos... comparada con lo que he vivido yo durante eones—les
confesó ella con ira mezclada con una profunda tristeza que tampoco
pertenecía a Lea, sino a ella.
Dicho esto dio media vuelta y se
marchó antes de fulminarlos con una mirada, como podía haber
hecho, porque no era justo que dos inocentes pagaran por el pecado
que otro cometió.
(nunca me gustó que pagarán
justos por pecadores qué clase de justicia es esa seguro que eso no
lo inventó ÉL sino algún capullo que decía hablar en su nombre
eso no era digno de ÉL)
Entonces se apartó de ellos y
decidió que no volvería a hablarles, en nombre de Lea, hasta que
movieran pieza en el tablero y le pidieran perdón. Si ellos
cumplían con su parte y hacían propósito de enmienda, también le
daría puntos para su proyecto. Ambos se miraron, sin saber que
decir mientras ella se alejaba.
Nunca había dejado de pensar en
Axel en todo aquel tiempo. Después de maldecirle mil veces y
descargar contra su recuerdo todo su odio y frustración, había
llegado a la conclusión de que él no la amaba, pues de lo contrario la
habría avisado con tiempo para que no secundara la Gran Rebelión,
o habría caído junto a ella para no abandonarla.
(si me hubiese amado como yo a
él no me hubiera abandonado como Alex no hubiera abandonado a Lea
es así de fácil si tu caes yo caigo contigo es la ley de las almas
gemelas)
Este pensamiento la sumió en
una tristeza antigua que nunca llegó a desaparecer, ni siquiera se
había difuminado después de tanto tiempo. Se marchó a casa
arrastrando los pies, pensando que ya nunca hallaría su alma
gemela.
El profesorado continuaba
observándola, y cada uno pasaba informes semanales sobre ella al
Director. Se reunían en la Sala de Profesores y comentaban con
extrañeza todas las novedades. Lea Pineda se había puesto al día
con inusitada rapidez, como demostraban los controles; hacía los
deberes; se portaba bien en clase; había recuperado varias
asignaturas pendientes y obtenía notas brillantes (excepto cuando
le daba la vena creativa en los exámenes de historia y desmentía
lo que ponía en el libro). No se relacionaba con ningún alumno,
aunque la habían visto hablar en una ocasión con Alicia Catalán
y con su novio, un antiguo novio suyo y ex-alumno del instituto. No
hubo brotes de ira ni violencia. Parecía otra persona.
— Continuad
observándola. Algo hará para que la expulsemos de una vez por
todas. Esa chica me pone los pelos de punta...—señaló
el director.
Los demás ahogaron una risita
con toses o apartando la cara, pues el director no disponía de
mucho pelo para ponerse de punta.
Ella conocía la conspiración y
sentía que la acechaban. No pensaba dar ni un motivo para la
expulsión. No cedió a las numerosas provocaciones que comenzó a sufrir por
parte de los alumnos, cuando empezaron a atreverse con ella. Sabía
que en cualquier momento podría soplar sobre ellos y convertirlos
en cenizas, por eso se reía en su cara cuando la insultaban.
Sentirse aún poderosa, pese a su funda humana, era una garantía de
seguridad. En cualquier momento podía ejercer sus poderes para
defenderse, pero no le convenía llamar la atención. Aún no había
recibido noticias del infierno. En mucho tiempo (en contabilidad
humana) nadie se había dado cuenta de su desaparición y seguía
acumulando méritos, tanto en casa como en el instituto. Por eso
soportaba humillaciones y malos tratos. Ser mártir otorgaba muchos
puntos.
(continuará)
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