Hola de nuevo, lectores y lectoras.
Esta entrada tan especial, evidentemente, va dedicada a este pequeño gigante que llena mi vida, desde casi hace un año. Disculpadme si me dejo llevar por la emoción. Estos son sentimientos que solo puede comprender alguien que se encuentra en la misma situación. Aquellos que me leáis y tengáis hijos o nietos, lo comprendereis. A los que sois aún muy jóvenes para haberlo experimentado, os explicaré que ocurre cuando vemos por primera vez a nuestros hijos y se multiplica por diez cuando vemos a nuestros nietos. No pensamos que disponemos de ese resorte secreto hasta que se dispara y nos deja desarmados ante esa personita mínima que es un pedacito de nosotros y significa nada más y nada menos que nuestra continuación en el tiempo.
Permitidme que hoy me ponga sentimental y dedique este espacio a mi duendecito.
No hace tanto tiempo
desde que escribí la primera de las muchas cartas dirigidas a ti, mi
niño querido. Observarías en ella que todavía no habías nacido y
ya te quería. ¿Crees que es asombroso? Yo creo que no. ¿Por qué
proyectamos nuestro amor hacia una personita que todavía no existe?
No sabría explicártelo, duendecito, pero así es desde que el mundo
es mundo, y por esta capacidad humana para el amor, creo yo, aún no
nos hemos extinguido.
De aquella declaración
de intenciones, tú has cumplido con creces tus dos únicas
condiciones: Naciste y de sobra se ve que eres feliz. Por ello, me
veo obligada a cumplir las mías, con el mismo empeño con que las
formulé.
He cumplido la condición
de reírme contigo hasta que me duela la barriga, y con mucho gusto
la seguiré cumpliendo.
Te he consolado cuando
llorabas, tanto cuando tus dientes atravesaban tus encías como
cuando te caías, con la inexorable ayuda de la ley de la gravedad.
He cumplido la condición
de jugar contigo hasta que me duelan los huesos, y aún más allá, y
eso no me ha supuesto ningún esfuerzo, porque tienes un poder
sanador que evita que me duela nada cuando estoy a tu lado.
Te he cantado canciones
que conozco y seguiré aprendiendo canciones por ti, tanto para jugar
como para dormirte, porque sé cuanto te gusta la música.
Fuiste el primero que
escuchaste el primero de mis cuentos, y no te dormiste, poniendo toda
tu atención y haciéndome sentir la mejor ante el público más
exigente.
He paseado contigo,
mostrándote sin prisas el mundo que gira a tu alrededor.
Te he abrazado y besado
ruidosamente cuantas veces he podido, y seguiré haciéndolo sin
descanso, porque eres la cosa más bonita que se puede achuchar en el
mundo entero.
Asistiré a este primer
cumpleaños tuyo. Ahora no te enterarás mucho de tal celebración,
pero quedará testimonio gráfico para que lo disfrutes cuando
crezcas.
He regresado a mi
infancia, igual que antes hice con tu papá o con tu tía Judit,
porque para hablar en tu idioma y entenderte, era absolutamente
necesario ponerme a tu altura.
El resto de las promesas que formulé antes de que
nacieras, irán cumpliéndose con el tiempo. No voy a olvidarlas,
tranquilo. Mientras tanto, y sobre todo ahora que vas a cumplir tu
primer año de vida, debo agradecerte todo lo que me has dado:
Me das la vida con esa sonrisa con que me saludas
cuando me reconoces, con esos besos babosos y ruidosos con que me
obsequias, cuando compruebo que te gusta la música de David Bowie o
el blues y también cuando miras sin parpadear las películas de Star
Wars. Por todos estos pequeños detalles, reconozco mi huella en ti,
más que por el parecido que dicen que tenemos (y que sigo sin creer,
porque no alcancé ni alcanzaré jamás esa belleza de tus enormes
ojos verdes, tus largas pestañas ni tu sonrisa perfecta). Gracias a
ti y a tu memoria, seguiré viva para siempre y me convertiré en
eterna. Gracias a ti, soy inmensamente feliz, pese a todo lo malo que
me pueda ocurrir en el día a día. Todos los regalos que yo pueda
hacerte no son comparables a todo lo que me has dado desde la primera
vez que abriste los ojos.
¡Feliz primer cumpleaños, duendecito!
Tuya desde siempre, tu yaya.
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Hasta la próxima entrada, amigos y amigas, en la que prometo dejar atrás mi faceta más dulce y volver a ser inquietante...